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La candidatura de Evo Morales a su tercera reelección estaba prohibida por la Constitución boliviana, intentando una modificación constitucional vía referéndum, fue rechazada el 2016. Un año después, el Tribunal Constitucional, con el argumento que la reelección es un derecho humano, abrió la posibilidad de una nueva postulación. La resolución del Tribunal Constitucional Boliviano fue elevada en Consulta por la OEA ante la Comisión de Venecia, que al emitir opinión en marzo del presente año señaló que una reelección no tiene ninguna vinculación con derechos humanos y que “limitar los mandatos garantiza la democracia y no equivale a discriminación”. Antes de conocerse los resultados finales, tanto la OEA y la UE habían expresado su disconformidad, manifestando que existen cuestionamientos sobre los escrutinios, recomendando que se debería ir a una segunda vuelta. Lo resuelto por el Tribunal Constitucional Boliviano en un principio podría interpretarse como un acercamiento al sentir de un sector del pueblo y gobierno, como tal portador de paz social; por el contrario, hoy vemos un escenario donde no existe paz social ni política. En el Perú, cuando se forzó la Constitución con la denominada “interpretación auténtica” reeleccionista, terminó siendo declarada inconstitucional por el TC. Ello motivó que tres de sus miembros fueran separados de sus cargos y luego repuestos por la CIDH. Recordemos que dichos magistrados fueron electos por la mayoría parlamentaria entonces fujimorista; lo importante que asimilamos de esos hechos es que violentar los márgenes de la Constitución deviene en inestabilidad. Hoy enfrentamos un nuevo paradigma, respeto a la Constitución y democracia, o mediante nuevas interpretaciones auténticas, salir de sus límites y sentar un precedente nefasto para nuestra endeble pero perfectible democracia. Coincidimos con Jorge Prats: “El gran valor del control de la constitucionalidad es que preserva los derechos de las minorías contra las pasiones mayoritarias del momento y que garantiza los derechos de las mayorías contra los intereses de las minorías poderosas o influyentes”. Al final, la historia y los hechos hablarán por sí, la Patria no puede perderse en aventuras antidemocráticas. Paz social sí, pero con respeto a la Constitución.