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Este domingo, el último antes de las elecciones municipales y regionales, los grandes medios dejaron de sentirse nacionales y pasaron a la fila de los locales. Como para recordar aquello de que si el Perú es Lima, y Lima es el jirón de la Unión, entonces el jirón de la Unión es el Perú. La noche del domingo se olvidó que existen miles de candidatos desde Tumbes hasta Tacna. Será por eso que desde la época de un alcalde de grata recordación, como Luis Bedoya Reyes, se decía que del asiento en la Municipalidad de Lima era mas fácil pasar al sillón de Pizarro, al ladito nomás. Entonces, desde calurosas tierras norteñas, te entra el pánico y la tembladera porque decían, domingo también, que un general en retiro era el favorito en las encuestas. No porque sea general ni porque esté jubilado, sino porque también es candidato a ser sentenciado por haber matado a un periodista, entonces colaborador de la revista Caretas. A simple vista, es un militar excesivamente locuaz, de perfil atarantador, que le gusta a la gente, al menos a aquella que lo prefirió en esas encuestas. Lo recuerdo en el careo judicial con una testigo del crimen del periodista Bustíos, donde ella, mirándole a la cara, le recuerda que la violó, a lo que él por toda respuesta le dice: “Eres una terruca”. Miremos, pues, el menú que se nos ofrece para escoger, entre Urrestis, Donayres y Antauros. Aterra, entonces, imaginar que del asiento municipal puedan saltar al sillón presidencial para regalarnos otro Hugo Chávez o su engendro mejorado, Nicolás Maduro. Qué habremos hecho mal para merecer este panorama, donde no parece suficiente el interminable destape de la corrupción, para seguir alimentando el descrédito de la política y el alejamiento de los ciudadanos de la participación en la vida pública. Ya veremos si este domingo daremos un paso adelante, o hacia atrás, no solo en Lima sino en las ciudades y regiones.