Los episodios de violencia en las carreteras están añadiendo una dramática crispación en nuestro país. Deberían ser tiempos de paz, unión y esperanza, pero ocurre todo lo contrario.

Las protestas de los agricultores en Ica y el norte del Perú han escalado a enfrentamientos con la policía. Los manifestantes hasta incendiaron una ambulancia, además de generar un vía crucis a miles de pasajeros varados. El rechazo de los trabajadores de empresas agroexportadoras a su realidad laboral es muy válido y sus demandas deben ser escuchadas, pero es peligroso caer en el descontrol y el caos.

Es evidente que este panorama eleva más la temperatura política y social. Lo que es lamentable es que los gritos, los desmanes, las pedradas y los gases se impongan a la razón.

Parece que nada se calmará hasta que haya una nueva ley de promoción agraria, pero es urgente un espacio que produzca vínculos e intercambios de ideas y propuestas entre agricultores, el Gobierno y el Congreso. Lo que sucede ahora es un resultado contraproducente para el diálogo ya que la intransigencia discute su supremacía. Por un lado la violencia y por el otro una suerte de desfile militar.

Debemos entender que la polarización y las pugnas deben quedar de lado. Hay que construir algo que genera la unión de los peruanos y entender que de lo contrario nos desintegraremos como país. Ya basta de actitudes pasivas ante los retos del presente. Basta también la reacción de los congresistas y políticos que solo se limitan a respuestas que solo sirven para uso y beneficio de su propaganda política.