El tránsito del voto obligatorio al facultativo es objeto de discusión en los fueros académicos y políticos. Es notorio el avance del segundo, pero también debemos reconocer que no necesariamente trae cambios sustantivos en los resultados electorales. En la actualidad, la orfandad política que atraviesa el mundo ha dado espacio para la elección de políticos poco preparados, otros radicales y sesgados por su rígida ideología; también aventureros y empresarios pragmáticos. En el Perú, ya sea mantener el voto obligatorio o pasar al facultativo demanda superar un déficit de infraestructura en un país que, fuera de la costa, tiene complicadas las conexiones terrestres por sus grandes distancias y a causa de notorios accidentes geográficos que lo distinguen en una frase: “Dios hizo el mundo, pero deshizo al Perú”.
Sea obligatorio o facultativo, los avances tecnológicos para hacer efectivo un voto mediante una aplicación en el celular exigen una cobertura gratuita de internet que carecemos, además de superar con certeza un conjunto de dudas respecto a la seguridad de este tipo de software. El problema de fondo no es que el voto sea obligatorio o facultativo, es la orfandad política que atraviesa el mundo; más dramático cuando se carece de un sistema de partidos con arraigo representativo al interior del país. Los denominados candidatos “outsiders” se han convertido en la regla; incluso varios de ellos podrán tener una sólida formación académica y práctica profesional, pero la ausencia de tablas en el oficio político demanda un conjunto de habilidades blandas que sólo la experiencia partidaria puede brindar.