GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Diez horas de viaje por tren de Saransk a Moscú y a voltear la página. Le digo a Omar Dávila, de El Bocón, para almorzar por el Día del Padre. Comemos una lubina a la plancha con puré de coliflor y luego nos vamos al estadio Luzhniki. Llegamos y vemos en la entrada del coloso a un imponente Lenin rodeado de stands de Coca-Cola, McDonalds, Budweiser, Hyundai, Visa y Gazprom (una empresa de carácter privado, pero con control del Estado), entre otros. “Si esa estatua gigantesca cobra vida, ¿qué haría Lenin? ¿Se volvería a morir?”, me pregunta Omar. Le respondo que todo es posible en esta vida, pero creo que estaría contento porque Rusia es un bello país, con un gran progreso económico y social, abierto al mundo y con pobladores rebosantes de autoestima.

Todo es posible, me quedo pensando. Y más cuando México da el batacazo y derrota al campeón mundial en el Luzhniki (antes Estadio Central Lenin). El equipo de Osorio desplegó a un equipo entregado a la causa, como un ejército de soldados dispuestos a jugarse la vida por la Patria. ¿Cuál fue la clave? Al margen de su fútbol aguerrido y vertical, estuvo fuerte mentalmente.

Todo es posible, sigo pensando. Perú tiene buen juego, los centrocampistas elaboran juego que superan las líneas del rival, hay escasas pérdidas en la defensa y mucho talento de mediocampo para arriba. Está además, Paolo Guerrero, un delantero que fuerza el espacio y la oportunidad cuando las vías al arco rival están cerradas. Ahora falta rectificar el mal inicio. Para ello hay que tener fortaleza mental. No será una tarea desconocida para el equipo de Ricardo Gareca. En la anterior Eliminatoria, la selección peruana nunca bajó los brazos y se sobrepuso muchas veces a la adversidad. Este jueves, ante Francia, llegará la hora de la reivindicación.