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Existe el tópico extendido que sostiene que toda tecnocracia se alquila, lo que genera una especie de limbo inimputable en el que los tecnócratas que apoyan a un gobierno lo hacen pensando en el Estado y no en el escenario dudoso y contingente de la política partidista. Se trata del más elaborado de los discursos tecnocráticos, pues tiene como objetivo disfrutar los beneficios de un gobierno sin asumir ningún tipo de pasivo. La tecnocracia sobrevive de esta forma alimentándose de la política, pero abjurando formalmente de ella. “Soy tecnócrata, pero no sé nada” es el lema de esta posición arraigada en la alta dirección del Estado.

Sin embargo, basta con examinar la situación de los tecnócratas para desmentir su falsa neutralidad. Los tecnócratas de la alta dirección del Estado, los que están en puestos de confianza, sostienen la visión política de esta presidencia, la hacen operativa. Y realizan un acto esencialmente político al trabajar para el gobierno de PPK. Por eso, por esta toma de posición (la política siempre es una toma de posición), el destino de PPK está unido inexorablemente al de los tecnócratas que lo respaldan amparándose en una inexistente neutralidad.

La mala política es aquella del “no supe, no pude, no quise”. Esa es la política de la irresponsabilidad. Ser tecnócrata en un gobierno como el del presidente Kuczynski genera responsabilidad. Todos los hombres del Presidente caminan con él y tarde o temprano compartirán su destino político. Cuidado. El Estado no es una entelequia. Se encarna en personas de carne y hueso. Hoy, los tecnócratas inmaculados trabajan para un Leviatán que hace gala de humor inglés. ¡Ni Hobbes!