Algo extraño sucede con nuestros congresistas. Sufrían recurrentes ataques de rabia y furia cuando se fugaban funcionarios y allegados de la gestión de Pedro Castillo, pero hoy se han quedado mudos luego de la sentencia a Vladimir Cerrón, quien con el desparpajo del que se siente impune se despacha todos los días contra los órganos de justicia del país. El silencio oceánico de los legisladores es increíble.
Y no solo los congresistas están demostrando pasividad frente a lo que ocurre con Cerrón sino también la presidenta Dina Boluarte y su gabinete. Sacar la credencial de timoratos en esta coyuntura es rehuir de responsabilidades y mirar hacia otro lado. La falta de reacción en este caso solo genera cierta sospecha sobre las buenas relaciones que hay entre la clase política y Vladimir Cerrón, antes denostado y vapuleado.
Por otro lado, desde hace casi quince días, se conocía la fecha en la que la sala superior de Junín tomaría la decisión de revocar o confirmar la sentencia contra Cerrón. Sin embargo, en ese lapso, la Fiscalía no tomó ninguna medida para asegurar su ubicación, lo que plantea serias dudas sobre su capacidad para llevar a cabo sus funciones de manera eficiente y efectiva. Además, la notificación a la Policía sobre la condena de Cerrón se realizó tres horas después de dictada la sentencia, lo que permitió un tiempo considerable para que el líder de Perú Libre se fugara. La falta de coordinación y acción por parte de las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley es evidente y plantea interrogantes sobre la eficacia del sistema judicial peruano.