El prófugo expresidente Alejandro Toledo no tiene la menor intención de venir al Perú a rendir cuentas ante la justicia por las gravísimas evidencias de corrupción que existen en su contra desde hace por lo menos seis años, pues en las últimas horas ha presentado una demanda nada menos que contra el Departamento de Estado de los Estados Unidos y a su máxima responsable, Wendy Sherman, a fin de suspender su extradición.

Se trata, sin duda, de una leguleyada, una movida propia de abogado “jugador” como los que también tenemos en el Perú, con la única finalidad de dejar sin efecto la extradición de este sujeto, la cual ya es casi un hecho debido a que todas las instancias han sido agotadas en Estados Unidos, luego de un larguísimo proceso que no ha hecho más que llenar de indignación a los peruanos que reclaman sanción para los corruptos.

La acción legal de Toledo, la tercera que presenta desde que se dio luz verde a su extradición al Perú, indica que hay “falta de garantías procesales”, cuando está claro que el caso no se ha iniciado ahora, sino hace varios años, desde que el expresidente se convirtió en un prófugo de la justicia peruana al ser acusado de recibir más de 30 millones de dólares de coima de parte de la constructora brasileña Odebrecht.

Es de esperarse que la justicia de los Estados Unidos, que ya ha sido burlada por el peruano que una vez se escapó de arresto domiciliario, desestime finalmente esta burda jugada de Toledo destinada a evitar que sea traído de una vez al Perú, donde los jueces, ojalá, deberían tomar en cuenta todo lo que está haciendo a fin de impedir su retorno al país que defraudó. Ayer tuvo una victoria judicial que, esperemos, sea parcial.

Cada día que pasa Toledo llena de vergüenza a los peruanos. Si es inocente, tuvo tiempo de sobra para venir a ponerse a derecho y aclarar las acusaciones. Sin embargo, optó por la evasión y –para variar– la mentira, pues no ha dejado de insistir con el cuento del “perseguido político”, de la “venganza” y de que temen que vuelva al poder, cuando en realidad el pobre hombre no es más que un meme político y un insumo para los excelentes humoristas de los fines de semana.

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