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El comportamiento de los principales actores políticos, al menos los enfrentados, da señales de que están pulsando los últimos botones de esta etapa de definiciones. Por eso, se escucha hablar de kamikazes, de jugársela el todo por el todo, de quemar todas las municiones. De nada sirve guardar balas si después ya no se van a usar. Para quienes se oponen a la reforma política y al adelanto de elecciones propuesto por el Ejecutivo, de lo que se trata es de ganar tiempo, todo el que sea posible, en la medida que su permanencia en el poder les sirve para impedir el avance del Ministerio Público y el Poder Judicial, en los procesos anticorrupción que, tarde o temprano, los llevarán a la cárcel. A pocos les importa si el presidente de la República es incapaz para gobernar bien o mal, el asunto es que no interfiere en los administradores de justicia, al menos no para favorecer a los investigados por corrupción. Por el contrario, el Ejecutivo ha asumido como política de gobierno la lucha anticorrupción y eso al fujiaprismo no le gusta. Es evidente. Todo el esfuerzo que vienen haciendo para librarse de los fiscales Vela y Pérez abona en el mismo sentido, aunque intenten aparentar otras motivaciones. No sabemos hasta cuándo le va a durar al gobierno de Vizcarra el manto protector de su popularidad en las encuestas, pero jugar en solitario, sin bancada en el Congreso que le defienda y con un gabinete de perfil bajo, parece hacerle un favor. Los plazos corren y todo apunta a que, nuevamente, el Congreso aceptará a regañadientes el adelanto electoral a cambio de no ser cerrado más pronto de lo esperado. Esa es la ventaja de quien dice “nos vamos juntos”. Es incierto el futuro, pero sí es seguro que algo peor que estos gobernantes (en el Congreso y en el Ejecutivo) no habrá. Salir de la ingobernabilidad es suficiente por lo pronto, aunque nos asusten diciendo que lo que se viene sea el mismo demonio encarnado en zurdos y rojetes que nos van a fusilar.