Tramposa vanidad
Tramposa vanidad

¿Se ha puesto a pensar la oposición qué tanto le conviene tomar control del Congreso durante el último año de este Gobierno? ¿Sabría convivir Ollanta Humala con un Parlamento adverso y en carrera electoral? ¿Sirve al país que la oposición acorrale políticamente al Ejecutivo, al punto de paralizar su toma de decisiones y generando así mayor incertidumbre? Lo pregunto porque esto bien podría suceder a partir del 28 de julio.

Lo ocurrido en el pleno, con la promulgación de la Ley que exonera de descuentos a las gratificaciones en forma permanente (pese al rechazo reiterado del Consejo de Ministros), es un anticipo del desmadre que podría acontecer en el Parlamento si el Ejecutivo perdiera el manejo de la Mesa Directiva y su propia bancada, políticamente a la deriva, le sacara la vuelta tal como sucedió con la norma antes citada (y hasta con la “Ley Pulpín”, si hacemos memoria).

Hasta se habla de Luis Iberico o Marisol Pérez Tello como opciones para suceder a la actual presidenta, Ana María Solórzano. Y si bien cualquiera de los mencionados lo haría mejor, lo que está en juego no es el triunfo de una oposición que hoy supera en número al oficialismo, si no en si -con ello- se le da un pretexto al humalismo y sus aliados para culparla de todos los males.

Por supuesto que Humala y los suyos son los principales responsables de esta situación. La censura a la premier Ana Jara demostró que habían perdido la mayoría y, de ahí en adelante, se agudizó la crisis: no tienen la perspicacia ni los operadores apropiados y eso los ha llevado a un escenario de choque. Más ahora que Nadine Heredia pasó a condición de “investigada” en la Comisión Belaunde Lossio. Al Gobierno no le interesa llegar a consensos (¡no saben cómo!), y en su indefinición buscará la manera de responsabilizar a otros de su parálisis durante el último año. ¿La oposición caerá en este juego? No debería. Sin embargo, pronto veremos si la vanidad vence a la razón.

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