Ha sido muy penoso escuchar a las ministras de Cultura y de Desarrollo Agrario y Riego, Leslie Urteaga y Jennifer Contreras, respectivamente, señalar que los cuestionamientos a la presidenta Dina Boluarte se deberían a que “es mujer”, cuando lo cierto es que hasta ahora la mandataria no aclara ante los peruanos de dónde salieron los Rolex que dice que compró con sus ahorros, y más bien ha optado por mandar a sus ministros, empezando por el premier Gustavo Adrianzén, a hacer el papelón de escuderos que no les corresponde.
El “argumento” de género sostenido por las ministras Urteaga y Contreras me hace acordar a la defensa que hacían de la corrupta exalcaldesa de Lima, Susana Villarán, quien era ferozmente protegida por políticos de izquierda y hasta conocidos artistas de televisión que decían que no le perdonaban que “sea mujer”, cuando en ese momento ya se sabía que estaba al frente de una gestión inepta por lo que estuvo a punto de ser vacada. Luego la señora admitió que había sido sobornada por delincuentes de las constructoras brasileñas.
Acá no se cuestiona ni exige cuentas claras a nadie por el hecho de ser hombre o mujer. Bajo esa premisa, Pedro Castillo, Martín Vizcarra, Pedro Pablo Kuczynski y todos los expresidentes investigados por corrupción en los últimos 30 años, estarían felices en sus casas cubiertos por un manto de “inocencia” o impunidad que les brindaría su género. Penoso que un absurdo de este tipo sea sostenido por funcionarias públicas con capacidad de decidir en la vida de los ciudadanos del Perú.
Las ministras Urteaga y Contreras, y el pobre titular de Salud, el acuñista César Vásquez, quien ayer ha tenido el desparpajo de afirmar que contra la presidenta Boluarte hay un “cargamontón de los grupos de poder”, deberían saber que todo este escándalo se acabaría en uno o dos minutos, si la jefa de Estado estuviera en condiciones de demostrar que esas joyas las adquirió con su dinero. Es más, sería una buena oportunidad para demostrar su inocencia y su capacidad de ahorro, y de paso cerrar la boca a sus críticos.
Tan penoso como ver a ministros defendiendo a una presidenta metida en problemas por sí misma, es analizar la clase de “argumentos” que usan, los cuales parecen salidos de un manual de escuderos de políticos caídos en desgracia que no tienen cómo demostrar su honestidad. Eso de “por ser mujer” o el viejo cuento de “los grupos de poder”, lo hemos visto muchas veces a lo largo de la historia respecto de personas que han acabado muy mal. Cuidado, presidenta Boluarte.