Para realizar pronósticos a largo plazo de escala mundial se requiere mucha data y un alto nivel tecnológico que solo países desarrollados tienen, y sin embargo fallan. Pero, dada sus grandes inversiones, se buscan maneras de convencer al mundo de que se hizo un buen trabajo. Luego de hacer perder mucho dinero, dicen que la ciencia aún no está en capacidad de pronosticar.Aprovechando este vacío, aparecen seudometeorólogos que, con traducciones en mano, se convierten en la esperanza del país en materia de pronósticos. Si bien son profesionales de una rama específica (algunos ni eso), se lanzan al ruedo en busca de lo que menos quiere un meteorólogo real: fama.

En ciencia ninguna teoría es descartada, pero se debe tener un sustento básico. Lo que hacen ahora algunos después de un fenómeno como el que sufrimos, es tirar una moneda al aire. Si aciertan el próximo evento, la gloria. Si fallan, se esconden pero solo un rato, porque luego dirán que va a ocurrir sí o sí un fenómeno de estación, que es distinto a algo anómalo. Entonces su credibilidad aumenta utilizando la teoría del Topo Gigio... lo dije yo primero, atrapando la atención suficiente para hacer negocios o consultorías.

Lo más importante es mitigar y adaptarnos a los efectos de la naturaleza. Esto es mucho más difícil que rebautizar fenómenos, pues con eso se logra confundir a la sociedad, a los inversionistas y a los que toman decisiones en el país. Así como países desarrollados se basan en la interacción océano-atmósfera para pronosticar su clima, nosotros podemos aportar al mundo la interacción amazonía-atmósfera a menores escalas. Así podremos descubrir nuevas respuestas climáticas globales. No solo es nuestra responsabilidad. Es nuestro deber y lo haremos unidos.