El dictador venezolano Nicolás Maduro ha amenazado con “un baño de sangre” si es que este 28 de julio no es reelegido para seguir usurpando el cargo de presidente de su país al menos hasta el 2031, mientras sus esbirros continúan cometiendo actos de hostigamiento contra las fuerzas opositoras que apuntalan la postulación de Edmundo González Urrutia, quien de no mediar un escandaloso fraude podría ser el ganador de los esperados comicios que marcarían el inicio del fin de la tiranía iniciada hace 25 años.

En las últimas horas, María Corina Machado, la lideresa de la oposición aunque imposibilitada de postular debido a una leguleyada de la mafia chavista, ha denunciado la detención de uno de los jefes de la campaña y el sabotaje al sistema de frenos de su vehículo. Sin duda, la dictadura está desesperada, pues según las encuestadoras más serias, la ventaja de la postulación de González sobre la de Maduro sería amplia, lo que haría muy complicado llevar a cabo un fraude.

Sin duda el chavismo en capaz de cualquier cosa para no dejar el poder. Maduro y su camarilla saben muy bien que se están jugando la libertad y los millones que han robado. No es una elección cualquiera y la comunidad internacional tiene que estar muy atenta con los comicios y con la integridad de personajes de alto perfil en la oposición como González y Machado. La mafia controla a las putrefactas Fuerzas Armadas, a la policía y al sistema de inteligencia. Si hablan de “baños de sangre”, por algo será.

Pero más allá de lo que sucede en la sufrida Venezuela, la amenaza del dictador Maduro debe haber hecho recordar a más de uno en el Perú la triste y célebre diatriba del entonces premier Aníbal Torres, quien desde su cargo aseguró que correrían “ríos de sangre” si es que su entonces jefe, Pedro Castillo, era vacado por las acusaciones de corrupción que ya pesaban en su contra. Parece que es común que los tiranos y sus aprendices busquen refugiarse en la turba, la violencia y hasta la muerte para no dejar el poder.

Sin ir muy lejos, por estos días vemos a los padrinos izquierdistas de Pedro Castillo y a ciertos políticos caducos convocando a marchas, movilizaciones y hasta a la “insurgencia” (no es broma, ah), en lugar de hacer propuestas serias y viables sobre cómo enfrentar los problemas que agobian al país, que es como en realidad se gana la aceptación del elector. Deberían saber que la llanta quemada, la carretera bloqueada, la pedrada a los policías, “los ríos de sangre” y “los baños de sangre”, no llevan a ninguna parte.