La captura de Élmer Cáceres Llica, gobernador de Arequipa, como presunto cabecilla de la organización criminal “Los hijos del cóndor”, demuestra que los gobiernos regionales siguen siendo vistos como un trampolín para llenarse de los bolsillos, ya sea desvalijando sus arcas o conchabándose con las mafias que rondan como moscas para hacerse de negociazos y luego recibir la coima -también llamada mermelada- respectiva.

El presidente Pedro Castillo se desgañita en los GORE ejecutivos sobre la descentralización y que los proyectos de su gestión se harán “sin robar un sol al pueblo”. En la misma OEA se comprometió a acabar con el flagelo de la corrupción, sin embargo, su mentor Vladimir Cerrón, exgobernador de Junín, ha sido sentenciado por este delito y, por si fuera poco, es sindicado como líder de “Los dinámicos del centro”, varios de ellos prófugos.

Lo preocupante es que el profesor le permite que meta las narices en acciones exclusivas del Gobierno, como es el nombramiento de ministros, embajadores y funcionarios diversos. Bellido, Maraví, Barranzuela y el mismo Richard Rojas son una imposición del mandamás del lápiz. Esto lleva al excongresista César Combina a lanzar la siguiente pregunta al viento: “¿Te creíste la “bronca interna?”.

Si los tentáculos de la corruptela están cerca del cogollo del poder, entonces con qué autoridad moral se le puede exigir a Cáceres Llica, Luis Hidalgo o cualquier otro jefe de región que se corte las uñas. Sí es verdad que los sistemas de control están en ciernes, no obstante, Castillo Terrones -con casi tres meses en Palacio- ya debe abandonar el discurso de candidato y las invocaciones sosas para enfundarse en los pellejos de mandatario. Ya es hora.