El pasado miércoles 13 de octubre mis amigos de la Universidad de las Américas (UDLA) inauguraron su nuevo campus universitario en la ciudad de Quito. Se trata, sin duda, de una de las sedes más modernas y tecnológicas del continente, a tono con las últimas tendencias de la innovación educativa. También es un monumento a la libertad, al emprendimiento y a esa búsqueda de excelencia académica que caracteriza a las universidades que son plenamente conscientes de su vocación. Mis amigos de la UDLA han construido todo esto a pulso, demostrando que la educación privada es competitiva, global, capaz de sacar adelante al país porque para eso nace la universidad histórica, para formar una clase dirigente que transforme su entorno y edifique el bien común.
El nuevo gobierno ecuatoriano presidido por Guillermo Lasso ha comprendido esto y por eso promueve una reforma educativa para eliminar la pulsión estatista propia del correísmo. Hay una diferencia inmensa entre el necesario control y la tiranía de la híper regulación que carcome, castra y limita la libertad educativa. La academia global cumple con estándares altísimos, por supuesto, pero también promueve la independencia de los claustros, la libertad ideológica y la autonomía universitaria. A todos los intentos de uniformización la Universidad ha reaccionado defendiendo sus fueros, afianzando sus principios y recordando al Estado que el claustro es anterior a la presidencia, también a la presidencia imperial.
En todas partes hay enemigos de la libertad que buscan acabar con la democracia debilitando el arca democrática por excelencia: la Universidad. Felicito por ello a mis amigos de la UDLA, un ejemplo para las Américas, firmes defensores de la libertad universitaria, guardianes de la calidad académica, emprendedores dignos de emular.