La fuga del exministro Juan Silva es el enésimo escándalo del Gobierno en menos de un año. Otro personaje del entorno del presidente Pedro Castillo está prófugo, pese a que ya se había autorizado el pedido de la Fiscalía desde hace algunos días. Es evidente la negligencia (¿o complicidad?) de los altos funcionarios del ministerio del Interior y de las Policía Nacional en este entuerto.

Esta situación deja una cosa clara: el Gobierno carece de voluntad para luchar contra la corrupción. A la luz de los hechos, se puede inferir que la transparencia prometida se construyó sobre la mentira. Este episodio solo abona al cúmulo de manchas que no solo desestabilizan al Ejecutivo sino también al país.

Sin embargo, muchos no parecen enterados. Su silencio e inacción es llamativa. Al final, solo es una forma de asentir esta terrible realidad. Los peruanos no podemos tomar como algo normal tanta rapacidad. Es momento de ponerle un alto a estas irregularidades. Al mismo tiempo se debe exigir que se lleguen a fondo las investigaciones contra el jefe de Estado. Pese a que éste hace denodados esfuerzos para detener las pesquisas fiscales, los órganos de justicia deben demostrar su autonomía institucional y esclarecer las sombras de corrupción que acechan a Castillo. Ya sabemos que éste necesita enemigos para victimizarse. Eso y hablar lo menos posible son sus argumentos. Esto no solo es inaceptable sino también condenable.