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Malestar y desazón causó en gran parte de la población la actitud del Congreso, al rechazar las acusaciones constitucionales contra el exfiscal de la Nación Pedro Chávarry, pese a los puntuales cuestionamientos en su contra. Las reacciones más crispadas fueron de parte del titular del Legislativo, Daniel Salaverry, quien hasta calificó de vergonzoso el claro blindaje al actual fiscal supremo; y del presidente Martín Vizcarra, quien afirmó que la mayoría parlamentaria le sigue dando la espalda al Perú por su descarado respaldo a Chávarry.

Ante este panorama era claro que el pedido de cuestión de confianza se iba a dar. Por supuesto, esta situación ha generado un nuevo periodo de pugnas y enfrentamientos de poderes y de incertidumbre. Por eso la hemos criticado. Esperamos que por el bien de la democracia no se agudicen estas contradicciones y no concluya todo en una crisis sin precedentes del sistema.

La clase política pasa por un descrédito mayoritario, debido a que en los últimos tiempos se ha privilegiado los intereses partidarios o personales. Por eso, a menudo somos testigos de discusiones, broncas y arreglos bajo la mesa, quedando de lado la labor de servicio a la población. Mientras la gente manifiesta su frustración, los políticos parecen animados y a la expectativa por más capítulos de choques y peleas. Mientras los peruanos se ven afectados en sus condiciones de vida por la inseguridad ciudadana, los problemas para el crecimiento económico y la corrupción, los que prometieron solucionar todo esto están más preocupados en sus agendas propias.

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