Más allá de un claro ataque a la libertad de prensa, las expresiones machistas y misóginas del presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres, contra la periodista Sol Carreño solo confirman la intolerancia y violencia del Gobierno, con tal de defender lo indefendible. Las agresiones del premier muestran el lado matonesco de un Gobierno que hace de todo para sobrevivir.

Lo peor es que los agravios a la conductora de Cuarto Poder con frases como “mala madre, mala, esposa y mala hija” los arrojaron Torres en un evento en el que estaban el presidente Pedro Castillo y todo su gabinete junto a él, sin que nadie hizo algo para cortar de plano el odio contra una mujer. Parecería que en el Gobierno hay un pacto perverso para tolerar estas expresiones llenas de rencor.

Ni la ministra de la Mujer, Claudia Dávila, pudo condenar los ataques de Torres. Solo los calificó de “excesos” y además comentó que el premier es un caballero y una persona muy lúcida. Con ello relativizó el problema. Los que miran a otro lado o se encogen de hombros también son cómplices de las groseras descalificaciones del premier.

Está claro que lo que pretende también Torres, va de la mano de la estrategia del Gobierno. Su objetivo es generar un efecto intimidatorio contra la prensa. Todos están desbordados de activismo contra los medios y no reparan en nada para lanzarse como un regimiento desbocado. El colmo es que nunca se disculpan y menos se rectifican.