En sus 200 años de historia, el Ministerio de Relaciones Exteriores ha sabido ganar un gran prestigio a nivel nacional e internacional. El Servicio Diplomático ha sido una institución sólida con profesionales muy comprometidos y capacitados que en situaciones complejas nos han sacado airosos a través de un trabajo muy minucioso y de perfil bajo. Citaré solo dos ejemplos vistos en las últimas décadas: el cierre de la frontera con Ecuador a fines de los 90 y la solución al diferendo marítimo con Chile en 2014.

Sin embargo, esa tradición de eficiencia y profesionalismo exhibida por Torre Tagle está siendo pisoteada por el gobierno del presidente Pedro Castillo, que en poco más de dos meses ha asestado duros golpes al Ministerio de Relaciones Exteriores que, sospecho yo, deben avergonzar a los diplomáticos y demás servidores que hoy están siendo testigos de situaciones insólitas que son una muestra de la precariedad, improvisación y falta de respeto a las instituciones de parte de este régimen marxista leninista.

Primero fue la designación como canciller del exguerrillero y exrecluso Héctor Béjar, quien al parecer llegó al cargo con la única misión de arrojar al Perú a los brazos de gobiernos paria e impresentables como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que han sido tomados por el “socialismo del siglo XXI”. El nombramiento de este personaje que en los años 60 se enfrentó con armas a un gobierno democrático, fue una afrenta que felizmente duró poco, pero el problema no quedaría en eso.

Por estos días vemos que la Cancillería ha sido llevada a pasar por el papelón internacional de no recibir de parte del gobierno de Panamá la aceptación para que Richard Rojas –uno de los operadores de Vladimir Cerrón y hombre cercano al presidente Castillo–, se convierta en el nuevo embajador del Perú en dicho país. Es que era evidente. Este sujeto tiene cuentas pendientes ante el Ministerio Público y a todas luces no está capacitado para ejercer una función diplomática.

Son las consecuencias de haber colocado en el poder a quienes no estaban calificados para semejante responsabilidad y tienen cuentas pendientes con la justicia. Las advertencias se dieron en su momento, pero no fue suficiente. El Perú y sus instituciones no pueden ser tomados ni manejados como si fueran la chacra de Castillo, Cerrón, Guillermo Bermejo o del prófugo “Pinturita”, quien hace poco se ofreció –no es broma– para ser ministro de lo que sea. ¿Lo veremos pronto en el gabinete?