Tengo muy pocas expectativas de lo que pueda ofrecer el Gabinete Martos. El mismo Martos me parece una persona que apenas roza la medianía y que, pese a su formación militar, desde su grisura intelectual es poco lo que puede ofrecer en una guerra encarnizada, que ya se ha perdido por culpa de Vizcarra. El gobierno, ciertamente, no sabe qué hacer y las medidas que aplica son parte de esta nueva fase de su desesperación, en la que la pandemia se le escapó de las manos ante la interminable cascada de errores que se cometieron, fundamentalmente, por no tener un plan. Era lo mínimo. Pero Vizcarra, Zeballos y Zamora prefirieron la improvisación, las medidas aisladas, el archipiélago de ideas desordenadas y sobrepuestas como fichas de un rompecabezas que nunca mostró los más mínimos indicios de su silueta. Hoy, en este estado de catástrofe, ¿qué debe hacer Martos entonces? En principio, no desestimar que aún puede convocar a los mejores en todos los niveles, elaborar una hoja de ruta y una estrategia integral para aplicarla sin atenuantes ni distinciones. En esa convocatoria amplia, Mazzetti debe ser solo una pieza más, importante, pero en el mismo nivel de otros que deberán elaborar un proyecto de corto plazo para evitar que los contagios se sigan multiplicando y que los ya infectados terminen necesitando una cama UCI. Hay mucha gente preparada y dispuesta a contribuir. No debe haber sesgos en la amplitud de la convocatoria. Pero en esa nueva fase será importante prescindir de Vizcarra y hacerle entender que su papel será de un espectador pasivo y de un rol notarial para las decisiones que se tomen. Su mayor contribución debe ser mantenerse al margen y dejar a los que saben. Que se dedique a su nuevo juguete, el Pacto Perú. Que comprenda que no podemos, por sus negligencias, perder más vidas. Que por amor al país dé un paso al costado. Que entienda que ya ha hecho demasiado daño.        

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