El lamentable papel jugado por el Ministerio Público en la liberación de dos cómplices de Christopher Fuentes González (a) “Maldito Cris” pese a sus antecedentes y a que habían hecho disparos contra la Policía Nacional ante de ser arrestados, no viene de ahora. Es una situación que lleva muchos años y que en parte ha permitido la expansión de la delincuencia que actúa con impunidad frente a un Estado que no funciona al no tener rumbo.

Entre los años 2010 y 2012 fui director de Correo la Libertad, en Trujillo, y en más de una ocasión tuve la ingrata visita en la oficina de delincuentes que apenas un día antes o dos habían sido presentados por la Policía Nacional ante la prensa con armas, celulares y hasta pasamontañas y que habían salido en la portada de diversos diarios, pero que ya estaban nuevamente en libertad y con ganas de reclamar a los periodistas por haber manchado su “honra”.

Al igual que en caso de los cómplices de “Maldito Cris”, a estos sujetos les habían dado libertad a pesar de su peligrosidad y de las evidencias halladas en su poder. Recuerdo especialmente el caso de un hampón apodado “Chato Víctor”, de la banda “Los malditos de Río Seco”, dedicada a la extorsión y sicariato. Este sujeto llegó a sede de Correo La Libertad, en la avenida Víctor Larco, en Trujillo, con su abogado, a reclamar por la portada de la que era protagonista.

Al igual de lo que vemos hoy en Lima, desde esos años ya la Policía Nacional se quejaba de la mano blanda o corrupta de los fiscales. Lamentablemente, transcurrida más de una década, hoy la violencia en Trujillo parece ser incontrolable. Las extorsiones se han incrementado y han ido surgiendo nuevas bandas conformadas por quienes a inicios de la década pasada eran apenas unos adolescentes usados para el sicariato en ajustes de cuentas entre bandas, y el transporte de armas.

Si no hay voluntad política para que el Estado vaya en un solo rumbo y por un camino certero para controlar la delincuencia, no llegaremos a ninguna parte. Actualmente no hay dirección. Hemos visto que la Policía va por un lado, y los fiscales por otro, mientras el Instituto Nacional Penitenciario (Inpe) padece del cáncer de la corrupción. Y ni qué decir de los alcaldes de cada distrito que hacen lo que pueden. Urge un liderazgo decidido y ganas de hacer las cosas.



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