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La Comisión de Constitución del Congreso aprobó por mayoría que los candidatos presidenciales puedan también postular a un escaño en el Legislativo, lo que será refrendado ante al pleno. Pero hay un punto pendiente que podría originar un nuevo enfrentamiento con la población: el aumento del número de los congresistas.

El primer objetivo, que los aspirantes a la Presidencia de la República tengan la posibilidad de llegar al Congreso, es una medida sana que podría ayudar a una mejor conducción de las bancadas. Además, la presencia física de sus líderes fortalecería las bases democráticas del debate. Es un punto que tiene menos desventajas que otros temas de la tan mentada reforma política.

La otra propuesta a debatir es contar con más parlamentarios. Es decir, uno por cada 150 mil habitantes de su jurisdicción. De esta manera, de un total de 130 que hay hoy en día, pasaríamos a unos 213. Esto solo significará inflar el gasto público, lo que no garantiza una labor de calidad.

Además, si no hay un sistema bicameral, que filtre las propuestas de una cámara baja, ¿para qué contar con más legisladores? En un ambiente donde la mayoría de la población rechaza el accionar del Congreso, proponer más Ponces, Donayres, Ríos, entre otros, solo llevará a un repudio aplastante. Lamentablemente, esta propuesta será debatida mientras los ánimos están muy caldeados y los políticos son muy mal vistos.

Asimismo, no está probado que por una mayor cantidad de congresistas el Legislativo produzca leyes más interesantes; menos que el rol de control político se le haya escapado de las manos, sino todo lo contrario. Por lo tanto, la Comisión de Constitución tendrá que canalizar bien esta propuesta si es que desea cumplir un papel más o menos propositivo. 

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