La nula importancia que da el gobierno del presidente Pedro Castillo al sector Interior para ponerlo al servicio de la seguridad ciudadana, es más que evidente. Lo demuestra el hecho que a un año de gestión hayamos tenido siete ministros y que en su mensaje al país del jueves último, no haya pasado de lugares comunes y de una que otra cifra que nada suma a dar tranquilidad al ciudadano de a pie que vive acosado por delincuentes.

Qué importancia le puede dar el presidente Castillo a la lucha contra la delincuencia si empezó su gestión poniendo como ministro a un fiscal aún en funciones, lo cual estaba al margen de la ley, y más tarde nombró a Luis Barranzuela, el hombre de Vladimir Cerrón y Guillermo Bermejo que tuvo que se echado tras la “fiesta inolvidable”. Luego vino Alfonso Chávarry, el que permitió que Aníbal Torres humille a la Policía.

Ahora lo importante para que un personaje sea ministro del Interior no es su experiencia ni capacidad para hacer frente a la delincuencia desde el lado político, sino ver qué tan servil es para bloquear las capturas de los prófugos que podrían delatar al presidente Castillo. Sacó a Mariano González y ahora ha puesto a otro empeñado en obstruir el trabajo de un equipo policial que podría dar resultados incómodos para la corrupción enquistada en el poder.

Y sobre el mensaje del 28 de julio, el mandatario indicó que en breve egresará una nueva promoción de oficiales para salir a las calles a dar seguridad, ¿Pero eso acaso no ocurre todos los años? También dio cifras de operativos y detenidos desde que inició su mandato. Habría que ver cuántos de los capturados están hasta ahora las tras rejas. De otro lado, ¿en qué quedó el ultimátum que dio el mandatario en julio del 2021 a los extranjeros con antecedentes penales? ¿Ya se fue al menos uno?

Lo único que interesa a este presidente es que desde el Ministerio del Interior y la Policía le cuiden las espaldas. Está usando el poder para blindarse de las investigaciones por corrupción que tiene en su contra, mientras en las calles todo va de mal en peor. Los asesinatos y robos no se detienen, al tiempo que el personal policial ve cómo malos jefes son capaces hasta de los actos más bajos, como pagar por un ascenso, en complicidad con este régimen podrido.