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Mientras la industria de la televisión a nivel internacional marcha a pasos de gigante y se dirige inexorablemente a la de transmisión por streaming con contenidos cada vez más parecidos al cine, pensar en esa realidad como una tendencia por estos lares es algo que se nos presenta tan lejano, como utópico. No vamos a pretender que los canales privados de señal abierta se conviertan en una de esas empresas (Netflix, Amazon, Hulu, HBO) que invierten millones de dólares en sus producciones y arriesgan con historias y propuestas novedosas, pero, al menos deberíamos ver algún esfuerzo que destaque como síntoma de que algo está cambiando. Pero nada, ni una señal esperanzadora, solo basta ver el viernes último a la popular Tigresa del Oriente en su boda frustrada para darnos cuenta de que, en lugar de avanzar, retrocedemos. La transmisión en vivo de la fuga del novio, la sorprendida reacción de la novia, los invitados vestidos y alborotados, la fiesta que no se canceló y todo lo que vimos nos lleva a preguntarnos si en pleno siglo XXI aún hay quienes creen que todo esto es cierto. No cuestionamos el que se produzca un espectáculo para divertir, pasarla bien, si es que sus protagonistas lo aceptan y no se hacen rollos. Lo que queremos reafirmar es si todavía quienes están detrás de estos contenidos pretendan asegurar que los televidentes se lo creen todito, como hace dos décadas, cuando estas bodas y romances mediáticos eran pan caliente. Y aquí volvemos al inicio: ¿cómo en plena transformación de la televisión en el mundo, aún contenidos tan elementales quieran hacerse pasar por reales? En fin, habrá que ver mañana cuánta audiencia tuvo el especial de la Tigresa en “Magaly TV, la firme” para saber si el público sigue eligiendo este tipo de propuestas o, al contrario, ya dejaron de ser interesantes. Y si sucede lo primero, no nos quejemos entonces de exigir mejores contenidos. Si pretendemos en nuestra programación una telenovela con una historia más adulta y menos simple, pues hay que darle rating cuando esta aparezca, y no la espalda. Si queremos programas de entretenimiento más elaborados y menos simplones que competencias entre equipos de colores, pues, cuando alguien se los presente, no apague el televisor. Si en su pliego de reclamos televisivos está eso de que quiere “algo más cultural”, véalo pues, y no deje solo ese trabajo a TV Perú, que de eso sabe mucho y lo cumple a cabalidad. El cambio no será de la noche a la mañana, pero se puede hacer.