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Que quede claro desde la primera línea: la corrupción me da náuseas. Y más cuando viene de alguien que chorrea plata, que tuvo todo para hacer las cosas limpias, pero al que le ganó la gula.

Sin embargo, me desagrada también cómo jueces y fiscales vienen usando la prisión preventiva para ganarse los aplausos de una población harta.

Y es que se piensa que la prisión preventiva significa justicia cuando, en realidad, nada tiene que ver con ajusticiar. Veamos algunos puntos sobre la naturaleza y la finalidad de la medida:

1. La regla es la siguiente: aún no se ha determinado judicialmente si el acusado es culpable o no. Por lo tanto, la prisión preventiva debe aplicarse únicamente si no existen medidas menos graves que puedan evitar la fuga o la obstaculización del proceso. Si lo que se quiere es evitar la fuga, se puede aplicar desde impedimento de salida del país hasta arresto domiciliario.

2. Asegurar la presunción de inocencia y, por tanto, evitar medidas como la prisión preventiva, no significa “ser blando con los delincuentes”. Significa que si el día de mañana tú eres acusado de un delito que no cometiste -aunque todo parezca indicar que sí-, no seas encarcelado antes de que un juez emita sentencia.

3. El hecho de que el juez rechace aplicar prisión preventiva no quiere decir -en lo absoluto- que los acusados queden absueltos o impunes. Quiere decir que deberán enfrentar los procesos en su contra en libertad, como la regla manda.

Y si es que, luego de un debido proceso, el juez determina que son culpables, que se pudran tras las rejas. Solo entonces podremos celebrar que se hizo justicia.