Aún es pronto para analizar el resultado de las elecciones en España pero todo parece indicar que el radicalismo en todos sus extremos perjudica la formación de coaliciones de gobierno posibilistas que sirvan de alternativa al gobierno socialista. Este punto es fundamental para comprender que sucede cuando los extremos alcanzan notoriedad política e intentan destruir las políticas de centro. Sucedió con Podemos, un partido radical filo chavista, aunque esa lección no haya sido examinada detenidamente por las derechas españolas. Este nuevo episodio en la historia de la piel de toro debería llamarnos a la reflexión ahora que estamos a punto de elegir una nueva mesa directiva en el Congreso.
Todos los autoritarismos, cualquiera que sea su signo ideológico, aspiran a controlar las instituciones clave, y el foro clave por excelencia es el Congreso. Allí dónde existe un Congreso independiente, la República y la democracia sobreviven y resisten cualquier intento de control autocrático. La clave de la inestabilidad política de los últimos años ha sido la lucha por el control del Congreso. Esto lo comprendieron bien quienes buscaron con alevosía la destrucción del Estado de Derecho y la persecución de sus adversarios políticos. Por eso, es fundamental mantener la unidad en el Congreso y dotar de gobernabilidad al país desde el Parlamento. La escisión, la división del Congreso equivale no solo a la ruina de los congresistas. También a la debacle del país y al retorno de la anarquía.
Esto lo saben bien quienes abogan por incendiar las calles en respuesta a la pérdida de su hegemonía política. Esto lo comprenden los que intentan sumirnos, nuevamente, en la anomia moral y política. Por eso, mantener la unidad en el Congreso es vital no solo para la supervivencia de los congresistas, también por la salud de todo el país.