En abril de hace diez años designaron Papa al alemán Joseph Ratzinger. El diario berlinés Tageszeitung tituló en portada:“Ratzinger Papa, uy Dios”. Parecía un mal augurio para la Iglesia Católica y un pronóstico apocalíptico de los escépticos.

Salvando las distancias, me parece que es la sensación que tienen muchos peruanos sobre el Gobierno luego de elegir como presidente del Consejo de Ministros a Pedro Cateriano, un personaje que tiene una carga negativa tan pronunciada que le harán pagar sobrepeso en cualquier ruta política donde vaya.

Como ministro, Cateriano ha hecho de la confrontación, la agresión y el ataque un ejercicio continuo. Concertar, dialogar o llegar a consensos no han estado en su campo de acción. “Haré lo posible para que quienes saquearon al país no vuelvan a gobernar”, escribió una vez en las redes sociales. “García Pérez eres ejemplo de honradez en toda América Latina”, dijo otra vez y agregó: “¿Qué puedes hacer en beneficio del pueblo con 1.5 millones de dólares? Basta de corrupción”.

Ahora quiere ahuyentar los temores exagerados e interesados diciendo que su estilo político va a cambiar y que en un “cargo como este estoy obligado a dialogar”. Quiere salir indemne luego de la declaratoria de guerra de la oposición. Quiere confiar en el que tiene al lado o al frente para seguir “viviendo”.

Esperemos que no sea una sinceridad fingida, una simulación de desear algo que no le interesa para despistar a la oposición y una pose que le ha exigido el Presidente Ollanta Humala para que colme la voluntad de la mayoría.

Por ahora, lo que pronunció como una verdad irrefutable es algo indemostrable. Que un hombre de continuas declaraciones explosivas y caracterizado por la celeridad para incendiar con frases el panorama político, se convierta en todo lo contrario, cuesta creer.