En carrera todo vale. Más aun cuando quienes corren son políticos y donde quieren llegar es a Palacio. Qué mejor que un puñado de ofertas y mensajes populistas para granjearse la simpatía de los electores.

Un ejemplo es el apoyo del fujimorismo a la intervención del Lote 192 y las declaraciones de Keiko contra las empresas y la elite empresarial. Para ella, las grandes empresas son las responsables de que proyectos emblemáticos como Conga o Tía María hayan sido suspendidos.

La falta de Estado, la pobreza, la inequidad, la mala calidad de programas sociales, la falta de información y el abuso de muchas empresas han generado desconfianza en las comunidades. Estas, al no tener “voz”, son seducidas, y a veces amedrentadas, por organizaciones radicales con métodos violentos. Sostener que es solo responsabilidad de la empresa es errado, aunque siempre popular. Es el “agua sí, oro no” del candidato Humala. Y más allá de que gran parte del sector empresarial sea proclive a las prácticas mercantilistas y carezca de una visión de país, irse contra los generadores de riqueza en plena desaceleración económica y al inicio del proceso electoral es irresponsable. Porque lo último que necesitan los ciudadanos, sin importar su nivel socioeconómico, es que se ahuyente a la inversión. Los políticos olvidan que es la inversión privada, y no los programas sociales, lo que genera riqueza, puestos de trabajo y reducción de pobreza.

Una vez en el poder, el “agua sí, oro no” se enfrenta a la realidad y ahí el candidato convertido en presidente se da cuenta de que una cosa era candidatear y otra gobernar. Pero ya habrá generado expectativas en miles, quienes nuevamente serán desengañados, debilitando la confianza de los ciudadanos en el Estado, los políticos y las empresas. Por cierto, para el 2021 Antauro habrá salido de prisión con su discurso y la confianza de sus seguidores incólumes.

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