La democracia es el poder del pueblo, ejercido a través de personas que nos representan. En fácil, es el poder que debe ejercer Humala, los congresistas, los gobernadores regionales y los alcaldes, representando a todos los peruanos.

Pero ¿nos representan nuestras autoridades? No creo. Y no se trata de que tu candidato ideal no haya ganado las elecciones, se trata de mucho más. ¿Sentimos que los congresistas que puso nuestro candidato ideal nos representan o representan las ideas con las que se presentaron a las elecciones? ¿Sentimos que nuestros gobernantes están en contacto con sus electores o absolutamente distanciados?

Las respuestas son obvias. Ahora bien, imaginemos que si eso lo sentimos en Lima, donde se concentran nuestros representantes, qué tan poco representados se sentirán los demás peruanos.

Y eso no es democracia. Y esta falta de representación nos lleva a no aceptar que nuestras autoridades pueden tomar decisiones válidas, como las de Conga, los monumentos históricos, apoyar a la Primera Dama, entre muchas. Todo carece de legitimidad, pues son decisiones individuales que no nos representan.

Esta falta de representatividad permite “baguazos”, “arequipazos” e indignación cada cierto tiempo. Esta desunión entre los que nos gobiernan y los gobernados es todo menos democracia, que por cierto solo la sentimos al votar, extinguiéndose en las urnas.

Ese es el problema más serio que enfrentamos hoy. No el económico. Es la falta de credibilidad en nuestros representantes; por ende, en nuestras instituciones y todo lo que lleva a tomar decisiones en nuestras propias manos. “Chapa tu choro” es un ejemplo también de falta de democracia.

¿Haremos algo o seguiremos en una especie de letargo que nos llevará tarde o temprano a una autocracia?