Nicolás Maduro no entiende nada de las reglas de la democracia y pone a Venezuela en una situación de alto riesgo.

No hay nadie más antisistema que el propio presidente que se tira abajo a las instituciones tutelares del país. Esta vez el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), totalmente controlado por el gobierno, ha decidido la reducción de los poderes que ostenta la Asamblea Nacional, hoy controlada por la oposición democrática. Es torpe y escandalosa la medida. La simplicidad de Maduro le hace pensar que nadie se da cuenta de su burda treta. La realiza en el preciso momento en que el Parlamento venezolano decidió, debido a crasas irregularidades del régimen, la destitución de 34 magistrados serviles al gobierno. La pugna es cada vez más notoria y lo grave es que puede volverse crónicamente violenta. El país llanero no puede estar atado de manos por las pugnas que se han incrementado entre los actores visibles de la vida nacional polarizando la situación política en un Estado latinoamericano sumamente vulnerable. La semana anterior la oposición había pedido la cabeza de Maduro a quien consideran responsable de la debacle socio-económica del país.

El cuadro salta a la vista. Nicolás Maduro está más endeble que nunca y la oposición más airosa que antes. El resultado de esta premisa es que Venezuela se está convirtiendo en una verdadera bomba de tiempo. El capricho del gobernante por pertrecharse en el gobierno y la inquebrantable decisión de la oposición porque Maduro deje el poder ya mismo, en cualquier momento podría colisionar. No cabe duda que las condiciones se van dando para que el presidente chavista deje el poder por las buenas o por las malas.