Era cuestión de tiempo. La Asamblea Nacional, que es el poder legislativo de Venezuela, dominado por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), acaba de oponerse frontalmente al decreto de urgencia dictado por el presidente Maduro. El autor de que el modelo económico en el país “llanero” lo lleve al abismo, resulta que ahora busca remediar la caótica situación dictando medidas de última hora carentes de una decisión orgánica y articulada. El gobierno ha querido vender a la gente la idea de que existe una guerra económica que le ha impedido realizar su proyecto transformador. Maduro ha insistido en que los sectores “imperialistas” monopolizadores de las grandes capitales hicieron todo para esconder los productos de primera necesidad con el objeto de propiciar su caída. Ni por asomo asumen un mínimo de responsabilidad en el tamaño de la debacle económica. En ese contexto sombrío del oficialismo, donde la oposición lo tiene todo muy claro, estos últimos no le van a dar a Maduro tregua alguna en la conducción económica del país. Hay, entonces, un enfrentamiento de fondo justificado por la incapacidad chavista que no tiene límites. Venezuela, el mayor productor de petróleo en la región y miembro de la OPEP, donde yacen los mayores Estados productores de oro negro, no puede revertir la situación debido a la terquedad del régimen que sigue apostando por un modelo cerrado y obsoleto que viene afectando al país. Maduro ya no puede hacer lo que antes a sus anchas y eso lo tiene totalmente irritado. La Asamblea se lo va a impedir; sin embargo, no sabemos de la reacción del oficialismo, pero deben estar alerta dado que puede retomar las acciones violentas de siempre.