Duro golpe para el gobierno de Maduro el reinicio de las relaciones bilaterales y al más alto nivel entre Estados Unidos y Cuba. Venezuela ha mantenido en los últimos años una suerte de atracción interesada de los Estados caribeños insertados en el marco del ALBA y por supuesto Cuba -que a cambio de petróleo le proporcionó todo un aparato estatal, amén de los consejos de los hermanos Castro sobre cómo encaminar la “revolución” bolivariana, hoy cada vez más al borde del colapso. La caída del precio del petróleo en el mercado internacional -una obra maestra de la estrategia estadounidense que también busca afectar a otros países como Rusia- impacta letalmente en Caracas. Cuba es arrancada por Washington a una Venezuela que se vuelve cada vez más vulnerable. Las recientes sanciones firmadas por el presidente Obama contra funcionarios venezolanos han exacerbado la ira de Maduro, pero todos sabemos, y el presidente chavista más y mejor, que sus arengas de protesta solo las van a aplaudir sus hombres más cercanos. Con una hiperinflación que socava la economía de los más de 30 millones de venezolanos, la estrategia estadounidense de sanciones económicas es muy efectiva en estos tiempos. El “paso en falso” al que se refiere Maduro atribuyéndolo a Obama, en realidad corresponde al propio presidente venezolano, porque las referidas sanciones lo van a arrinconar y producirán malestar y hasta hartazgo colectivo de un pueblo que no ve la luz al final del túnel. Maduro se desespera porque Raúl Castro -y en el fondo el propio Fidel- tiene muy claro que el relanzamiento político-diplomático con Washington tendrá a partir de ahora un interés prioritario y relevante, confirmando que entre Estados no hay amigos, solo intereses, y a Cuba lo que le importa es evitar el colapso económico antes que el ahora solitario camarada Maduro.

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