En política, la inteligencia emocional es muy importante y en bloque lo acaba de demostrar la oposición venezolana, que por el bien del país y -sobre todo- por voluntad del soberano, que es el pueblo, ahora controla la Asamblea Nacional (AN). En efecto, lejos de insistir en que los tres diputados indígenas que el gobierno había vetado valiéndose de mil argucias legales a través del Tribunal Supremo de Justicia, que los cuestionó impidiéndoles asumir sus funciones de representación nacional, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha decidido un retroceso táctico como denominan a la actitud adoptada -los 3 diputados pidieron ser desincorporados-, a fin de evitar que el gobierno encuentre un pretexto para desconocer todos sus actos y hasta se pudiera atrever a usurpar trabajo legislativo, como fue la reciente amenaza de que el Tribunal Supremo asumiría dichas tareas. La oposición ha actuado bien. A Maduro se le vencerá con el derecho y no con la fuerza, que es el arma acostumbrada del gobierno chavista, que cree que la oposición iba a hacer cuestión de Estado para no ceder a sus caprichos, pero se ha ido de narices. Maduro, en el fondo, no quería asistir a la sede de la AN para leer su memoria anual al país, tal como manda la Constitución. El régimen creyó que iba salirse con la suya al impedir a la oposición sumar los 2/3 de diputados -si lo contamos por 112- que le permita prerrogativas, como llamar a la revocatoria por sufragio del presidente, una medida que estaba estresando a Maduro. Pero no es así. El presidente, sin salida y a regañadientes, debe asistir hoy a la AN que controlaba a su antojo con su camarada Diosdado Cabello. No prosperó su coartada.