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Al Gore dijo que había una verdad incómoda con respecto al calentamiento global. Pero me parece que hay más de una. Empecemos por esta: la COP 20, que se viene realizando en Lima con presencia de personalidades interesadas en el llamado cambio climático, incluyendo estrellas de Hollywood, es un evento político. No es científico. Carece de discusión, no hay debate. Parte de conclusiones preestablecidas que simplemente se quieren hacer resonar en altavoz.

Otra verdad incómoda es que nadie niega que la Tierra se está calentando, pero no sabemos con absoluta certeza por qué. Mientras los ambientalistas más “calientes” le echan la culpa -cuándo no- al capitalismo y a la dinámica industrial que mueve las economías más avanzadas, otros científicos atribuyen dicho fenómeno a un estadio de alternancia de enfriamiento/calentamiento que ha caracterizado al planeta por miles de millones de años.

Hay otra verdad incómoda: si uno es consecuente con la defensa a ultranza del medio ambiente, no hay que esperar nutridas y costosísimas conferencias. Bastaría con empezar por dejar de usar celulares y computadoras, trasladarse en bicicleta y tirar los televisores a la basura. ¿Alguien arroja la primera piedra? De paso, como me decía un amigo, las conferencias medioambientales debieran ser virtuales para evitar el CO2 generado con el transporte de tantísima gente de todo el mundo, para encontrarse en un foro donde todos saben qué dirán y adónde van a llegar.

Y está la verdad incómoda más importante: no hay progreso material sin impacto ambiental. Y no se sale de la pobreza sin ese progreso. Entonces, ¿priorizamos la reducción acelerada de la pobreza con potentes tasas de crecimiento económico o priorizamos la defensa medioambiental a costa de desacelerar ese crecimiento? No es casual que Estados Unidos y China, que generan la mayor parte del CO2 del planeta, sean al mismo tiempo las actuales locomotoras del crecimiento mundial.

Todos debemos cuidar el planeta y hacer esfuerzos razonables y honestos para ello. Pero los enemigos del capitalismo, antes rojos como los rábanos, hoy se infiltran como sandías -verdes por fuera pero rojos por dentro- entre algunos genuinamente interesados en el medio ambiente. Basta que alguien plantee algo mínimamente disonante sobre la religiosa “verdad” del calentamiento global, para que los izquierdosos le salten a la yugular tildándolo de irresponsable. “Venden” como sacrosanta verdad lo que en realidad es solo conjetura sujeta a controversia científica, y que aparenta certeza de tanto repetirse. Es otra verdad incómoda más.

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