El 21 de mayo pasado se recordó discretamente el combate de Iquique de 1879, donde el monitor Huáscar hundió a la corbeta chilena Esmeralda, pero también perdimos al blindado Independencia en un error de navegación.
Fue un resultado adverso que se pagó con sangre, pues nuestro relativo poder naval en la Guerra del Pacífico quedó reducido a la mitad, aunque todavía se pudo dar batalla hasta el 8 de octubre de 1879, y más allá.
Pero poco rememoramos los triunfos del conflicto, como el combate naval de Arica del 27 de febrero de 1880, donde el viejo Manco Cápac bombardeó al capturado Huáscar, matando a su nuevo jefe, el chileno Manuel Thomson.
Hubo otros logros más, incluyendo la destrucción del vapor armado chileno Loa, con su comandante Guillermo Peña y 118 tripulantes, por una trampa explosiva dentro de una lancha con víveres que intentaron robar.
Fue el 3 de junio de 1880 frente al Callao, gracias al ingeniero Manuel José Antonio Cuadros Viñas; es decir hace 144 años, y en nuestro país apenas unos cuantos repararon en ello.
En unas semanas se recordará -espero- el desastre de la cañonera Covadonga, manchada por una historia oscura sobre el ametrallamiento de náufragos peruanos en Iquique, y que estuvo en la emboscada a Grau en Angamos.
Esta vez fue el 13 de setiembre de 1880 frente a Chancay, en un caso similar: trataron de apropiarse de un yate y de pronto una explosión llevó al buque al fondo del mar, junto a su capitán, Pablo Ferrari, y 31 de sus tripulantes.
La reciente ley que declara “Precursor del derecho internacional humanitario aplicable a los conflictos armados en el mar”, al gran almirante Miguel Grau es motivo de celebración; como también deben serlo las valientes acciones navales en las que la bandera del Perú se izó victoriosa.