Se nota que en el Estado peruano reina la improvisación. Después de estar contra las cuerdas por la oposición, el Gobierno buscó el diálogo para que la campana lo salve... ¿Y qué mejor solución nos presentaron? Pues cerrar la Dirección Nacional de Inteligencia. No saben estos señores que un país, para su propia seguridad, debe tener un sistema de inteligencia, y sobre todo cuando este país ha tenido un terrorismo demencial como el de Sendero y el MRTA. Que actualmente quedan aún remanentes de estas organizaciones que no han rendido su actuación y que ahora se encuentran asociados al narcotráfico. El Perú no puede bajar la guardia, tanto en lo que corresponde a lo interno como a lo externo. Si a esto le añadimos la desactivación del Arma de Inteligencia en el Ejército del Perú, el tema se ve muy feo. Tener estas instituciones desactivadas es dejar inerme al país. Solamente en personas limitadas en su entender se puede comprender esta acción. Cuando la improvisación es la madre de las acciones, los resultados ya sabemos cuáles son. Si el tema es el reglaje que supuestamente realizaban algunos miembros de la Dini, pues lo que se tiene que hacer, en primer lugar, es averiguar quién dio esas órdenes, pues los miembros de una institución como esa no proceden por cuenta propia. Eso es lo que se tiene que hacer, no simplemente licenciar a todo el personal, el cual ha sido formado durante años. Instituciones claves, como la que tratamos, son necesarias para la paz social y el buen gobierno. ¿Qué piensan hacer con los equipos? ¿Lo mismo que sucedió en el gobierno de Toledo? Bonita gracia. Los 74 millones de soles gastados en la adquisición de los nuevos equipos se diluirán entre nuevas empresas privadas de inteligencia que no se sabe al servicio de quién se encontrarán. El Gobierno se equivoca de cabo a rabo si cree que con estas medidas se acallará a la opinión pública. Lo único que se va a lograr es que el Congreso y la Contraloría no puedan auditar las acciones de inteligencia.