El último jueves, no solo la mayoría de la población peruana tuvo un día de fiesta y alegría, sino también los nietos de la economista doña Midori de Habich. La razón: a partir de esa fecha, la aludida señora, en la víspera de ser inevitablemente censurada -casi unánimemente en el Congreso-, dejó el cargo de titular del Ministerio de Salud, según lo que dijo a la prensa ese mismo día, para recuperar el tiempo destinado a cuidar a sus nietos.

Vale decir, para el país y -ahora ya se sabe- para ella, el tiempo que estuvo en el cargo de ministra fue una pérdida de tiempo. Esas palabras sonaron y resonaron a un insólito desembalse de honesta sinceridad. Por ello, sería mezquino no alabar ni felicitar a la abuela doña Midori.

Dedicar su tiempo a los suyos es una feliz decisión, sin duda, la mejor que ha tenido en su vida la aludida economista. Si la hubiera tomado el mismo día en que juró, al suceder en el cargo de titular en la cartera de Salud al árbitro-médico Alberto Tejada, le hubiera evitado al país la huelga médica más prolongada de la historia y todas las angustias que trajo esa situación.

Uno de sus “grandes aciertos en salud pública” fue, por ejemplo, declarar al Sector Salud en emergencia por la fiebre Chikungunya, cuando se presentaron pocos casos que a lo más podrían haber sustentado una alerta.

Es decir, gracias a esta cariñosa abuela, el país hizo un papelón de dimensión universal. 

TAGS RELACIONADOS