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Me parece muy atinada la designación de César Villanueva como primer ministro. En un contexto en que el interior del país sigue cultivando un soterrado descontento y luego de un estilo ultracapitalino de PPK, no era el momento de un primer ministro con un talante acentuadamente “alimeñado”. Negar la posibilidad de Villanueva por el hecho de haber sido el recolector de firmas de la vacancia de PPK es como negar que Alejandro Toledo tenía el derecho de ser presidente por el hecho de haber sido, en su momento, el principal activista contra la segunda reelección de Fujimori. Además, es delirante creer que Vizcarra conspirara con Villanueva al momento de la recolección de firmas cuando todos sabemos que los votos para la vacancia de PPK no estaban completos a 48 horas de la sesión clave en el Congreso y que fueron los kenjivideos de último momento los cuales inclinaron la balanza.

Vizcarra y Villanueva son hijos de la descentralización. Por primera vez, los dos hombres más poderosos políticamente del Perú llevan la agenda descentralista en su ADN político. Como exgobernadores, pueden construir un tándem ganador que instaure una sólida gobernabilidad mirando al Perú interior, ese Perú del que Lima toma consciencia solo por la revuelta social o la catástrofe natural. El mismo que vino trabajando la izquierda de Goyo y Antauro, mientras PPK se entretenía frivolizando la gobernabilidad con su estéril confrontación con el Congreso y sus bailecitos cada vez menos desprovistos de gracia. Si la dupla VV logra liberar la minería, repotenciar la Amazonía y reimpulsar la regionalización, desprendiéndose de los lastres y los allegados tóxicos que hicieron pesada la cruz de PPK y haciendo que el modelo económico se traduzca en decisivos beneficios para los pueblos del interior, harán el mejor gobierno de lo que va de este siglo en los 40 meses que tienen por delante.