El Puerto de Chancay no solo es un hito en la infraestructura nacional, sino también punto de partida para explotar del potencial comercial que Perú puede alcanzar. Este megaproyecto posicionará al país como un nodo clave en el comercio transpacífico, ampliando su influencia en el flujo de mercancías hacia América Latina. Sin embargo, un desarrollo de esta magnitud requiere más que inversiones: exige visión, estrategia y capacidad de planificación sostenida.

El Perú carece de planificación, hace décadas que nos hemos conformado con tener un Centro de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) que sólo genera lineamientos para las entidades públicas sin hacer lo que su nombre dice: planificar. Mientras países como Chile o Colombia cuentan con organismos especializados en diseñar políticas de largo plazo, Perú opera bajo improvisaciones y con una visión de corto plazo. Esto no solo limita el impacto de la inversión pública y privada en general, sino que también subutiliza el potencial que estos tienen para transformar el desarrollo regional y nacional.

Una agencia de planificación permitiría coordinar los esfuerzos entre sectores públicos y privados, integrar las inversiones en infraestructura con planes de desarrollo urbano y social, y anticipar desafíos como la sostenibilidad ambiental y la gestión logística. Además, establecería estrategias alineadas con el contexto global, donde el comercio digital y la economía verde son cada vez más relevantes. Con una agencia de planificación, el debate de la ley de las zonas económicas especiales, por ejemplo, se realizaría con evidencia y sustento, lejos de la opacidad de los intereses y ortodoxias. Una agencia de planificación con un régimen como el del Banco Central de Reserva nos blindaría de ello cuando el tiempo nos juega en contra.

Volvamos al futuro, esto es, el punto de destino de lo que hacemos hoy. Sin planificación solo obtendremos más caos.