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Mediante el referéndum, votaremos cuatro reformas que de ligeras no tienen nada. Sin embargo, las principales campañas en torno a cómo debería orientarse el voto, lejos de buscar un fortalecimiento democrático, parecieran estar motivadas por el ya arraigado conflicto Ejecutivo-Congreso que tanto ha polarizado al país.

Son dos las campañas que han tomado por secuestro la opinión pública: por un lado, el #SíSíSíNo y, por el otro, el #4vecesNO. En el primer grupo están los simpatizantes del presidente Martín Vizcarra -que ha invitado a votar en ese orden- y los opositores del Congreso. En el otro, se encuentran los más críticos opositores del mandatario.

Ninguna de las campañas, sin embargo, hace un esfuerzo por explicar por qué el voto debe ir en tal o cual dirección. Los argumentos, en ambos casos, suelen estar en la necesidad de combatir al enemigo, como si no se tratara de reformas que trascienden el enfrentamiento político de hoy en día. Y ese es, precisamente, el problema. El referéndum se ha vuelto un trofeo por el que pelean los bandos, sin importar ya los resultados que tendrá a largo plazo.

¿Somos, acaso, ovejas a las que deben decirnos en qué orden votar sin explicarnos por qué? ¿No merecemos ser más que marionetas que siguen órdenes en forma de hashtag? ¿Es suficiente la venganza como argumento para rechazar o aprobar una reforma?

El ejemplo más claro, quizás, es la no reelección congresal, una reforma que consta con aprobación mayoritaria en las encuestas (68% según Ipsos), pero que es condenada por consenso en las Ciencias Políticas.

Una vez más, votar con el hígado -tendencia nuestra que pareciera inevitable- podría costarnos caro.