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Tras los recientes violentos sucesos en Londres, donde resultaron 2 personas muertas a manos de un presunto terrorista, y en La Haya, Países Bajos, donde otro atentado dejó un saldo de 3 heridos por apuñalamiento, también presumiblemente por un ataque terrorista, ha vuelto cundir el pánico entre los europeos debido a dichas temidas agresiones que se han venido produciendo en diversos espacios del Viejo Continente en los últimos años. Una de las razones de las recientes transformaciones político-administrativas europeas se debió a la penetración del extremismo islámico en Europa, que lo hizo camuflándose entre los miles de migrantes que huían de la guerra en Siria. Aunque no fue la razón central de llevar adelante el ansiado brexit o salida del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte de la Unión Europea, la secuencia de ataques terroristas en la isla continente -el de ayer ha sido en el puente de Londres como otros en el pasado- y el recientemente registrado en una zona comercial de La Haya constituyeron uno de los argumentos de fondo para decidir en el plebiscito del 23 de junio de 2016 la salida británica de la Unión. Aunque los atentados en Europa no representan sino el 15% o algo más de los atentados terroristas en el mundo -gran parte se producen en los países árabes e islámicos en general-, lo cierto es que lo que acaba de suceder ha alterado el clima de tranquilidad y de paz que siempre ha respirado Europa desde que terminara la Segunda Guerra Mundial en 1945. Los protocolos y las alertas de seguridad otra vez han sido activados en un continente que no encuentra la manera de neutralizar a los denominados "lobos solitarios", que son aquellos que sin mantener ningún vínculo directo y ni siquiera indirecto con los grupos terroristas llevan adelante ataques individuales en la idea de que al hacerlo abrazan la misma causa de los grupos terroristas que terminan asumiéndolos como propios al reivindicarlos. A los países europeos les ha costado y mucho enfrentar esta amenaza; por ello, decidieron cerrar sus fronteras tirándose abajo el pregón contrario vitoreado desde el Tratado de Maastricht de 1993 que consagró la libertad de fronteras económicas, olvidando que también son fronteras nacionales.

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