Esa es la cuestión, después de haber visto y escuchado a los candidatos al gobierno regional y municipalidades en calles, plazas y mercados, ofreciendo, como ambulantes, propuestas de cambio, renovación, renacimiento, revolución y otras adjetivaciones propias de una campaña electoral. Quedan pocos días para un proceso electoral en medio de una crisis nacional generalizada en la que hemos perdido la noción de democracia y de participación ciudadana, motivada principalmente, por una economía inestable que afecta a la mayoría: alza de alimentos, combustibles y falta de empleo que haga posible una vida digna.
El 2 de octubre acudiremos a las urnas para decidir por un gobernador y un alcalde que por lo menos representen los anhelos y las esperanzas de un pueblo que tiene muchas necesidades, y que todavía cree en las autoridades y se apasiona.
Los tenemos de agrupaciones y algunos partidos, unos nuevos, otros reincidentes; algunos veteranos y muchos jóvenes; la gran mayoría con estudios y post grados para impresionar a los electores, escasos son los que se lanzan por amor a la tierra con lo que tienen y son. En cuanto al físico que no discrimina, altos, bajos, gordos, delgados, simpáticos, carismáticos, en fin, para todos los gustos.
También están los más conocidos por sus alias y símbolos, como si fuera una elección vecinal y familiar o bajo la sombra, como los que tenemos: barbados, chambas, osos, naranjas, pelotudos, lapicitos, ciclistas, trencitos y demás. Ojalá que la cábala no falle y gane el que se merece la confianza del pueblo.