La reciprocidad, bien podría llevarnos hacia un mayor bienestar general; pero, frente a hechos y respuestas que van en dirección contraria, dicho concepto se entendería como represalia o venganza. En los últimos días, México decidió exigir visa temporal para los peruanos, a partir del próximo 20 de abril. El Gobierno peruano, no obstante que inicialmente suspendió la exención de la visa de turismo y negocios para mexicanos, horas más tarde dio marcha atrás. Hizo bien el Gobierno en retractarse, más aún por lo que representa el turista mexicano para la economía del sector. En 2023, al Perú ingresaron 2.5 millones de turistas internacionales, lo que implica una recuperación de solo el 57.7% frente al nivel prepandemia. Según el BCRP, en 2023, las divisas por turismo receptivo sumaron US$ 3,606 millones, lo que refleja una recuperación del 75.4% frente al nivel prepandemia. Asimismo, el empleo vinculado al sector es de 1.2 millones de trabajadores, un 21% menos que en 2019; es decir, faltarían recuperar más de 300,000 empleos. Si bien los mexicanos representan un 3% del total de turistas extranjeros, de acuerdo con PromPerú, gastan en promedio US$ 1,161 durante su viaje. Tomando como referencia que faltan recuperar 52,529 turistas mexicanos con relación a los valores prepandemia, el Perú habría dejado de percibir US$ 61 millones en 2023. Toda decisión de política debe estar justificada en un análisis costo-beneficio, y así finalmente determinar lo que sería beneficioso o no para la economía en su conjunto, y, en este caso, para el bienestar general de un sector aún en recuperación como el turismo. Actuar con represalia no siempre es bueno para todos; y, como sostuvo Gandhi: “ojo por ojo y el mundo quedará ciego”.