Alguien debiera explicar las razones por las que el Gobierno se empeñó en sacar adelante la llamada “Ley Pulpín”. Trataban de convencernos de que dependía de ella para lograr el camino al primer mundo, dar pleno empleo a los jóvenes y acabar con la informalidad. Solo faltó que nos dijeran que haría posible que clasificáramos al mundial de fútbol.

Han desperdiciado millones de soles en publicidad, han organizado a sus “jóvenes informados”, el Presidente como la Primera Dama han reclamado día tras día consecuencia a la oposición. Y finalmente, la ley se derogó.

La derrota política ha sido catastrófica. Han logrado que la oposición actúe coordinadamente, que la bancada de gobierno se quiebre, se han ganado la animadversión de la juventud. Han perdido al congresista Sergio Tejada. Pero fundamentalmente, ha quedado expuesta su debilidad.

¿Quién asumirá la responsabilidad política de esta situación?

En una situación normal, los ministros “pulpines” -responsables de esta ley- ya habrían presentado su renuncia. Tanto Segura como Ghezzi han perdido toda credibilidad. Su incapacidad para reconocer su error ha dejado al Gobierno en una situación precaria, débil, expuesta a una oposición organizada. Han generado desconfianza en los mercados que han perdido confianza en la capacidad del Gobierno de sacar adelante reformas importantes.

Su renuncia daría paso a la posibilidad de hacer cambios mayores en el gabinete, permitiría al Presidente buscar un verdadero Premier que reemplace a la fantasmal Ana Jara, y sacar a algunos otros ministros que solo generan conflictos antes que consensos, como son Urresti y Cateriano. Se trata de recuperar la confianza de la ciudadanía y evitar que la economía se vea afectada con tanto conflicto. Antes de que sea demasiado tarde.