Miércoles 6 de mayo, 10.30 horas. Un grupo de al menos 55 policías, divididos en cinco cuadrillas de once agentes cada uno, subió a un cerro en Alto Inclán, Mollendo. Su misión era dispersar a una turba de antimineros que lucían enfurecidos por la muerte de uno de ellos, Henry Checlla Chura.

PESADILLA. Ese día, bajo un intenso calor y en lo alto de un cerro, una de las cuadrillas se enfrentaba cuerpo a cuerpo con los llamados “espartambos”.

La Policía solo llevaba cascos, varas y escudos. Según confirmó Correo con sus familiares, un día antes el comando policial ordenó quitarles las escopetas y las bombas lacrimógenas.

Los violentistas, en cambio, estaban bien “armados”. Huaracas, piedras grandes y pequeñas, palos, cadenas, vidrios, de todo para la “guerra” contra el proyecto minero Tía María.

De un momento a otro, un grupo de sujetos con los rostros cubiertos emboscó por la espalda a una de las escuadras policiales.

Los cercaron y no había escapatoria. Varios agentes lograron replegarse. Cuatro, por desgracia, quedaron a merced de los “espartambos”.

Los derribaron, arrastraron, gritaron y literalmente secuestraron. Luego, los llevaron a unos metros donde les aplicaron patadas y puñetes.

Tanto fue su odio que con cadenas, piedras y palos les golpearon en todo el cuerpo. Fueron más de 10 minutos interminables y de terror.

COBARDES. Al Superior PNP Marco Lizandro Castro Pancorbo (53) no solo lo golpearon con cadenas y palos, sino que le arrojaron rocas de todos los tamaños que le destrozaron el 90% de los huesos de la cara.

El técnico de segunda Carlos Carbajal Bustos (42) fue golpeado sin piedad y terminó con heridas cortantes, sobre todo en la cabeza.

Del suboficial de tercera Víctor Javier Gordillo Villarroel (45) se sabe que quedó inconsciente en el lugar, quizá creyendo que sería el último día de su vida.

Correo pudo conocer por testigos que Gordillo recobró fuerzas, se arrastró y se arrojó desde un cerro de 10 o 15 metros de altura hacia la carretera -en construcción- que conduce a Catarindo. Desde lo alto, los manifestantes seguían arrojándole piedras. Cuando vieron que el agente se arrastraba hacia unas casas, los antimineros lo alcanzaron.

Unas mujeres que vieron esta escena le dijeron a los cobardes: “Ya no puede moverse, está mal, no sean salvajes”. Ellas le salvaron la vida a este policía.

El suboficial brigadier Alberto Vásquez Duran (51) fue quien recibió la peor golpiza: terminó con una fractura de cráneo y la masa encefálica expuesta.

Este valeroso agente no soportó las lesiones y murió el sábado 9 de mayo.

A Carbajal le dieron de alta y ya está en su casa. Víctor Gordillo sigue internado en el Hospital de EsSalud Carlos Alberto Seguín Escobedo de Arequipa, pero su familia teme que queden secuelas.

“Tenemos miedo de que se formen coágulos, estamos orando para que se recupere”, dijeron sus familiares que lloran al recordar los momentos vividos por el efectivo policial.

La recuperación del superior Castro Pancorbo es un verdadero milagro. (Ver infografía del procedimiento de la operación)

“A él le han golpeado con piedras de todos los tamaños, gracias a Dios no le afectó el cerebro, es por eso que está en recuperación”, comentó a este medio el doctor que lo operó, Jimmy Vilca Vargas, jefe del Servicio de Cirugía de Cabeza y Cuello de dicho nosocomio.

Con él participaron 15 especialistas, entre médicos, anestesiólogos, enfermeros y otros que lograron un excelente resultado.

En 10 días, dicen, Pancorbo volvería a caminar y en 45 quizá retome su vida normal. Todos ellos están al margen de las noticias de Tía María.

“Solo esperamos que se recupere, solo eso queremos”, dijo a Correo Javier Castro, hermano de Marco.