La indisciplina social que acompaña la coyuntura de la pandemia, y que retrasa los esfuerzos de las autoridades, creció enormemente por los jóvenes que siempre encuentran una justificación para trasgredir las normas, lo que a la larga les pasará factura.
El psicólogo social Jorge Yamamoto asegura que los peruanos le hemos perdido el miedo al contagio del covid-19, no discernimos entre el bien o el mal a la hora de salir a una reunión o discoteca y bebemos sin tener autocontrol. “Los adultos jóvenes están teniendo conductas suicidas, hacen lo que se les da la gana y el ‘qué vivo que soy’ los empodera más”, explica.
Pero con respecto a la necesidad de salir o estar en masas debido al aislamiento, los peruanos ¿somos bebedores sociales? o ¿por qué tenemos la necesidad de permanecer en conjunto? El experto señala que el alcohol forma parte de nuestra vida cotidiana a la hora de sociabilizar con los demás, pero que, debido al estrés y la ansiedad, su consumo creció.
“Tomarse un trago en casa o con la pareja no tiene nada de malo, pero cuando esto significa afectar al prójimo, entonces esta es una señal clarísima de los antivalores que están surgiendo”, indica el profesor de la Pontificia Universidad Católica. Advierte que aquí lo que también debería preocupar es si la necesidad de beber es continua y si es así hay que buscar ayuda.
PLACER VS FELICIDAD. Para el ex director del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado, Martín Nizama, esta sociedad se ha deshumanizado, cosificado (trata a los demás como objetos) y prioriza el placer más que la vida. “Los jóvenes ahora asumen que el placer les da felicidad, cuando es todo lo contrario. Hemos dejado la espiritualidad y los valores para sumergirnos en un mundo de diversión en donde solo importa el ‘yo’”, añade el psiquiatra.
¿QUÉ PODEMOS HACER? El también director de la clínica Nizama revela que todo parte de la familia como célula de la sociedad; sin embargo, ahora solo se les ve como proveedores. “Es más fácil estar con un amigo que con los padres, porque todo está basado en el individualismo. Los niños mandan y los padres obedecen”, revela.
Aconseja que, si queremos que nuestros hijos sean obedientes, debemos ponerles límites desde pequeños y no de adolescentes, porque es muy difícil que puedan influir en ellos sin la ayuda de un experto.
En tanto, Yamamoto aclara que nadie aprende sin recibir una lección. “No pretendamos corregirlos a los 25 o 30 años, cuando están formados. Desde ya hay que establecer rutinas de alimentación, estudio, actividad física y relacionamiento”, dijo.
Exhorta a realizar campañas y capacitaciones en las empresas para que impulse a los padres a construir una buena familia.