Cuando pastaba sus animales a lo extenso de la tierra color ocre y encerrado por montañas sobre los 3,600 msnm, Nicanor no podía adivinar hasta dónde lo llevarían sus sueños.
De pastor de ovejas en la comunidad de Lares Ayllu, provincia de Calca, departamento de Cusco, Nicanor Sarmiento Tupayupanqui devino en sacerdote, logró un doctorado en Teología y Antropología Cultural, vivió 6 años como misionero en una comunidad indígena Innu, cerca al Polo Norte; y el nuevo siglo lo sorprendió convertido en pastor de fieles y líder de su congregación en Ottawa, capital de Canadá, a miles de kilómetros del ganado que cuidaba en su infancia.
Protegía a sus ovejas cuando era niño y hoy cuida a los fieles de la Iglesia de los Santos Mártires Canadienses desde agosto del 2013, una comunidad de 135 familias en la ciudad de Ottawa. Además, es Superior regional de los Misioneros Oblatos, responsable de 43 padres y hermanos; el primer foráneo en ser superior de distrito de los Oblatos en Ontario, Canadá.
SUS ABUELOS. Una anécdota de su niñez le descubriría un factor importante en su identidad y su origen. Cada cierto tiempo llegaban a casa de sus abuelos, donde se crió, grupos de campesinos de otras comunidades, el trato ceremonioso y de respeto que le brindaban, a pesar de ser un niño, le obligaron a consultar a su abuela por el hecho.
Anacleta Tupayupanqui tomó por los hombros a su nieto y le preguntó con dulzura, pero con firmeza: ¿estás listo para escuchar?”
Sus tatarabuelos eran curacas, principales del lugar; cada uno de ellos era encargado de un número de familias. Al llegar a la generación de su abuela, ella y su familia deberían proteger y permanecer en armonía y conexión con 35 familias, la mayoría provenía de 4 comunidades Q’eupay, Pumapuncu, Quishuarani y Pampa Corral. “Nosotros tenemos la obligación de ayudarlos, de estar para ellos, así como ellos están para nosotros”, le dijo la abuela.
DESCENDIENTE. Ella le habló de sus antepasados del curaca Mariano Tupayupanqui al mando de un grupo de indios peleando en la guerra con Chile y su designación como curaca de Lares tal como consta en el testamento de 1890. Tupayupanqui se convirtió en una sola palabra, ya que el apellido original había cambiado en los documentos de Registros Públicos; la burocracia cambió el apellido, pero su familia proviene del Hanan Q’osq’o y ellos pertenecen a la panaca del noveno dignatario; el Inca Tupac Yupanqui.
La antigua nobleza Inca continúa viva después de más de 5 siglos de la súbita interrupción del proceso histórico en los Andes.
VOCACIÓN. Nicanor Sarmiento Tupayupanqui aprendió a vivir con ese significado y adquirió una mirada diferente a lo que vendría por vivir. Entre ellos su vocación sacerdotal, que no le impide asumir con el mismo fervor los rituales a la Pachamama, la Madre Tierra, los Apus y todo el entorno sagrado del mundo andino así como los servicios de la iglesia católica a la que él pertenece.
Esa temprana conciencia de poder ubicarse en el punto medio, entre el Apu y la cruz; se fortaleció con los años en su formación teológica y lo ha llevado a convertirse en una referencia de las Teologías Indias en Latinoamérica, corriente teológica que desde inicios de los años 60 explica los profundos elementos de identidad expresados en la fe de millones de creyentes indígenas, sobre todo de esta parte del mundo.
La experiencia de vida y su labor como pastor de fieles junto a los pueblos indígenas ha enriquecido el aporte académico y pastoral del padre Nicanor Sarmiento Tupayupanqui. Entre esas experiencias guarda un lugar especial la primera vez que tuvo que salir en un largo viaje. Requerían un misionero indígena para trabajar con una comunidad autóctona norteamericana. Sin tiempo para saber certeramente de qué se trataba y dónde quedaba el lugar desde donde ya le había llegado una carta de bienvenida, el padre Nicanor, reparaba que al norte del continente se hablaba inglés, un idioma que desconocía.
A CANADÁ. El 22 de enero del año 2000 arribó a Canadá, en pleno invierno (donde temperaturas inferiores a los 20 grados bajo cero son parte de la normalidad) pasó los primeros 6 meses en Ottawa, la ciudad capital para aprender el idioma y al finalizar los mismos fue acompañado al norte del país a las comunidades de Natuashish y Sheshatshiu, en la provincia de Newfoundland and Labrador, donde el 60% de los indígenas no hablan tampoco inglés sino su idioma materno, innu-aimon.
Para estos antiguos pueblos de cazadores de la periferia del polo norte era extraño saber que el misionero viniera de tierras tan lejanas y fuera tan parecido a ellos, a pesar de no hablar su lengua y tampoco el inglés; pero lo crucial fue la forma en que se presentó y la reafirmación que hacía, cada día; de las raíces de su cultura.
“Yo soy un indígena quechua, miembro de las Primeras Naciones de este continente”, les dijo; y eso fue fortaleciendo la relación.
Las diferentes experiencias, desde su historia personal, en Cusco, su labor pastoral y de aprendizaje en Guatemala, Bolivia y Estados Unidos; y vivir 6 años junto a indígenas norteamericanos que recorren el territorio norte tras la caza del caribú, han enriquecido sus aportes doctrinales en el debate sobre las Teologías Indias de Latinoamérica.
Han pasado más de 40 años desde la época en que caminaba detrás de las ovejas y aún hoy recuerda que cuando veían en el cielo pasar el avión hacia el Cusco; el niño en el medio del ganado y como un punto encerrado por las montañas del paisaje andino pensaba: “cómo me gustaría subir en ese avión”.
Por congresos y conferencias, entre Europa, Asia y América; hoy pasa buen tiempo subiendo y bajando de esos aviones y cuando está por encima de aquellos Apus (las montañas), que antes miraba asombrado y con reverencia; comprende el cambio de perspectiva que te permiten los sueños. El niño Nicanor no lo sabía, pero el padre Nicanor Sarmiento Tupayupanqui sabe ahora que los sueños te pueden llevar tan lejos como el origen de las viejas raíces de donde procedes.