El drama de los residuos sólidos en Lima
El drama de los residuos sólidos en Lima

Si la gestión de residuos sólidos en Lima fuera una asignatura, la mayoría de municipalidades, en su calidad de alumnos, obtendría una nota no muy alentadora. La consecuencia más evidente de esa realidad son las esquinas y avenidas llenas de basura, escena que -basta caminar por la ciudad- se repite con una frecuencia casi alarmante.

En un método de calificación de 1 al 20, solo siete comunas han merecido una puntuación igual o superior a 15, según un estudio del .

De mantenerse esta situación, el sistema de gestión en la ciudad puede colapsar en los próximos 18 años.

Los 35 municipios restantes, algunos aprobados y otros no, se ubican entre los 14 y 6 puntos (ver infografía).

Son 12 los componentes que evalúa la entidad, de acuerdo con María Egúsquiza Mori, presidenta del Consejo Directivo del OEFA.

Algunos de los más importantes son tener un plan de manejo de residuos, programas de segregación en la fuente, formalizar a los recicladores, contar con rellenos sanitarios y tener plantas de tratamiento, e identificar puntos de disposición informal.

La conclusión general, según dicha institución, es que en Lima Metropolitana “no existe una adecuada gestión y manejo de los residuos sólidos”.

De forma más específica, se afirma que los municipios suelen cumplir las “exigencias formales”, como elaborar planes y otros documentos de gestión, pero ello no garantiza su cumplimiento o aplicación.

Problema. A largo plazo, el problema puede tornarse insostenible. “Si seguimos así, vamos a vivir entre basura”, asegura la congresista Karla Schaefer, integrante de la Comisión Defensa del Consumidor y Organismos Reguladores de los Servicios Públicos.

Su proyección no es exagerada. En la actualidad, Lima genera, en promedio, 8202 toneladas de residuos sólidos al día. Se espera que para el año 2034 esa cantidad aumente hasta 16,453 toneladas.

Los distritos más afectados en dicho escenario serán aquellos que generan mayor cantidad de basura, pero cuya gestión es menos eficiente.

Ese es el caso de las comunas de Lima Centro, donde cada habitante produce 0.71 kg de residuos al día.

Según el ranking del OEFA, las jurisdicciones con peor desempeño en esta zona de la capital son Barranco y Breña, con 10 puntos; y La Victoria, con 11 puntos.

En Lima Norte, el promedio de generación diaria es de 0.65 kg/h; en Lima Este, 0.63 kg/h; y en Lima Sur, 0.59 kg/h.

De acuerdo con la Ley General de Residuos Sólidos, a los municipios les corresponde gestionar aquellos desperdicios de origen doméstico, comercial y de aseo urbano, los cuales deben ser dispuestos en rellenos sanitarios.

Sin embargo, Lima solo tiene cuatro de dichos espacios y un relleno de seguridad para materiales peligrosos.

A todo ello, dice el OEFA, se suma la falta de escombreras autorizadas para disposición de residuos de construcción, la proliferación de botaderos informales y la escasa segregación en la fuente (hogares, empresas, entre otros).

Alternativa. Una de las acciones más urgentes, según el congresista Jaime Delgado, integrante de la mencionada comisión parlamentaria, es mejorar la gestión diferenciada de residuos orgánicos e inorgánicos.

El 51.6% de la “basura” que se genera en Lima es material orgánico, el 9.1% es plástico, el 3.8% es vidrio, el 1.4% son latas y el 1.3% es chatarra. Solo el 0.67% y el 0.1% corresponde a papel y a cartón, respectivamente.

El OEFA, en su último reporte de supervisión edil, alertó que en la actualidad ninguna comuna de Lima o Callao tiene una planta de tratamiento destinada a disponer de los restos orgánicos.

Salvo Surco, que tiene un proyecto piloto.

No obstante, el 15% de los municipios sí los reaprovecha para producir compost (fertilizante) que luego utilizan en el mantenimiento de áreas verdes.

Solo un 6% de esos mismos municipios cuenta con un centro de segregación de desperdicios, lo que luego dificulta su separación para disposición final.

¿Cuál es, entonces, la solución? Aunque no hay una respuesta única, los elementos que configuran el antídoto sí son los mismos: optimizar la gestión municipal, fortalecer las instituciones de supervisión y, sobre todo, educar al ciudadano sobre la importancia de gestionar los residuos desde que se generan en casa, en el ambiente laboral o en cualquier otro espacio.