1991. "Lo más probable es que ambas criaturas fallezcan", le comenta el doctor a doña Torrica. Ella tiene cinco meses y medio de embarazo, ha sufrido una amenaza de aborto y acaba de dar a luz milagrosamente. Han pasado solo cinco días y uno de los dos mellizos ha fallecido. Jorge se llama el pequeño que queda con vida. Lucha por ella dentro de la incubadora del hospital Santa Rosa, de Pueblo Libre. Los médicos se han preocupado por mantener estables cada uno de sus órganos. Al parecer, olvidaron cubrir sus pequeños ojos. Su madre espera ansiosa y, tendida en su cuarto, quiere saber algo más de sus hijos.

Jorge Llerena Torrico tiene ahora 22 años, es estudiante de periodismo en un instituto y la locución y la redacción son dos de las cosas que atraen mucho a 'George', como le dicen de cariño. Ha conducido un programa de radio on-line y tiene muchos sueños aún por relatar. Uno de ellos es poder llegar a ser un gran fotógrafo de estudio. Una luz ha captado su atención. 'George' es uno de los participantes del taller de fotografía para invidentes de la Unión Nacional de Ciegos del Perú, al cual asiste desde hace tres meses.

Hace dos décadas la madre de Jorge Llerena decidió ayudar a salir adelante a su tercer hijo. Hoy es uno de los primeros en llegar a su taller de fotografía, dirigido por el profesor George Aldora. Hace unos meses el joven llegó a su instituto y, ante la imposibilidad de tomar fotos, le dijo a su maestro: "Acá está el documento con el que, por obvias razones, necesito que me exonere del curso de fotografía". Sin embargo, Aldora no permitió que 'George' renunciara al curso. Este profesor venía desarrollando un curioso proyecto en casa. Un sistema de medición y conteo de distancias que ayudaría a que muchos invidentes no se quedaran con las ganas de tomar fotos.

INVENTOR EN ACCIÓN. "He perfeccionado este instrumento cinco veces y esta es la última versión. Tiene las medidas, que se leen a través del tacto, para que se puedan ubicar a una buena distancia a la modelo y las luces", describe George Aldora, fotógrafo de profesión y docente de este taller para invidentes.

Además del instrumental para la medición de distancias, Aldora ha modificado sus cámaras para que los alumnos, a través de unos pequeños trozos de madera adheridos, se hagan una idea respecto a la nitidez de cada imagen. Así, a través de este método, los chicos han aprendido a medir la velocidad y el diafragma de la máquina que tienen entre manos.

"Aunque a algunos les cueste creerlo, ellos están aptos para trabajar en estudios fotográficos. Dominan su espacio y con estos instrumentos pueden trabajar con total normalidad", asegura el 'profe' –como lo llaman todos sus alumnos en el taller-, quien a sus 34 años ha conseguido que 13 jóvenes invidentes tomen el mando de las luces, puedan retratar una nítida y cálida imagen y sentir que no hay límites.

"Hay cieguitos que quieren abrir su propio estudio. Para eso estamos lanzando la campaña 'Déjame verte'. En ella participarán personas conocidas. Así el público podrá observar la calidad del trabajo de nuestros alumnos", explica Aldora, quien es interrumpido por un joven de la clase, a quien da indicaciones al tiempo que se integra rápidamente a la dinámica grupal.

LA ESCUELITA FOTOGRÁFICA. "Me encanta la fotografía. Es necesario tener idea de lo que expresan las fotos, es por eso que me llamó mucho la atención este taller", cuenta Edith Alania Sacramento. Ella es de Huánuco, nació invidente y actualmente es estudiante de filosofía. Así como Edith, otros jóvenes más se han unido a las clases de este taller.

Todos los jueves, de cuatro a seis de la tarde, se reúnen los alumnos y el profesor en un salón de la Unión Nacional de Ciegos del Perú. Más de una docena de invidentes intenta superar su discapacidad y encontrar en la fotografía una habilidad más para desarrollar. Algunos nacieron sin ver, otros perdieron la visión conforme iban creciendo. Este taller viene ayudando a aquellos que sentían que no eran capaces de desarrollar una afición cercana al arte.

"Tengo amigos que no pueden ver y se deprimen, se encierran en su casa o no quieren estudiar por temor al rechazo. A veces las personas que sí pueden ver se sienten superiores a nosotros y no debería ser así. Si todos somos personas, todos tenemos alma", enfatiza Jorge Llerena, quien pide que se den más oportunidades a personas como él, que luchan insistentemente contra la adversidad. Vale la pena el esfuerzo.