Gabriela Ferrucci ha escrito “No quiero ser una cifra” (Melquíades, 2020) para sanar.
Ella pudo escapar de una relación violenta hace diez años. Rompió la telaraña, como dice en el libro, para iniciar una nueva forma de vivir. Pero no fue sencillo: le costó muchas heridas que, poco a poco, viene curando.
Por ello, dar su testimonio no solo ha sido importante en su experiencia personal sino también para que otras víctimas encuentren una voz que las acompañe y ayude a dejar el nido de la araña.
¿Cómo diste el paso para escribir este libro?
Fue una propuesta de un amigo que es editor. Primero él apuntaba a que yo escribiera de feminismo. Luego le dimos la forma de testimonio, que me parecía sanador para mí. Los relatos en primera personas pueden ser más un poco más efectivos que un texto teórico. Pero cuando empezamos no sabíamos en qué se iba a convertir.
¿En este proceso, la escritura se convirtió en una forma de sanar?
Sí, de todas maneras. La relación que narro en este libro terminó hace diez años. En ese tiempo, he pasado por una serie de terapias, hice de todo para poder sanar esas heridas y el libro, el poder darle voz a lo que yo sentía y a lo que no entendía de mí, ha sido el inicio de una nueva etapa: de perdón conmigo misma, terminar con culpas y, de todas maneras, sanar.
Es importante quebrar ese no entendimiento de lo que pasa en situaciones de violencia...
Sí, porque cuando una está metida en ese espiral de violencia, te vuelves autómatas. No piensas, no sientes. Es difícil salir porque no hay un procesamiento de lo que te está pasando, de ese dolor. Y más bien lo que hay es culpa. Cuando empecé a escribir el libro, no me importaba él, sino que quería saber qué me había pasado a mí y por qué había estado tanto tiempo sufriendo eso. El entendimiento, el poder perdonarte, es importante.
¿Tu libro apunta a que las víctimas puedan buscar ayuda?
El libro no pretender ser un manual porque cada mujer tiene su propio proceso y tiempo. Pero, a partir de las reacciones de mis lectoras, he podido entender que está sirviendo como una manera de acompañar y, en algunos casos, despertar, salir de ahí. Sí está sirviendo para que mujeres se sientan identificadas o para que se den cuenta de esas señales, como advertencia de lo que puede significar una relación violenta.
¿Cuáles son esas señales?
Hay que estar muy atentas porque la agresión no aparece desde el primer momento. Es como una araña que te va atrapando en una telaraña y, cuando estás enganchada, ya no puedes salir. Las prohibiciones, por ejemplo, como el “no quiero que salgas con tus amigas” o “qué tanto vas a ver a tu mamá”. Te tratan de alejar de tu entorno para que estés más vulnerable. También la invasión de tu privacidad: a quién le escribes o hablas. Mecanismos de control en cómo te vistes. Por ahí empieza.
¿Cuál es el efecto que desearías que tenga tu libro en los varones?
Es importante porque nosotras solas no vamos a poder solucionar esta problemática. Es necesario para los hombres dejar de normalizar ciertas actitudes y conductas que se pensaban normales, cotidianas, y darse cuenta de que, con algunas palabras, comportamientos, están siendo violentos. Por ejemplo, el tema del consentimiento sexual. Muchas veces es “asumo que es mi pareja y que siempre va a querer estar conmigo”. O quitarse de la cabeza esas ideas o mitos del amor romántico: los celos significan que te quieren o que el amor todo lo puede y uno tiene que hacer todo por amor. Un hombre que lea el libro y diga “todo esto pasa y quizás yo he hecho algo de esto” puede tener un efecto positivo.
¿Y cuánto le falta a las autoridades de justicia ayudar a luchar contra la violencia?
Yo no conozco ningún caso exitoso de justicia en violencia de género. Pensemos en situaciones mucho más graves, como intentos de feminicidios y feminicidios, que no se resuelven y sigue habiendo toda la carga de culpabilidad en la víctima. Los procesos judiciales son revictimizantes, no están funcionando, no hay una formación en las autoridades en enfoque de género. Si el policía que te recibe en la comisaría y el juez siguen teniendo ese pensamiento machista, patriarcal, no habrá ningún éxito en estos casos.
Perfil de Gabriela Ferrucci
Nació en Lima en 1974. Es bachiller en Humanidades y magíster en Educación con mención en Dificultades de aprendizaje por la Pontificia Universidad Católica del Perú.